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Mostrando entradas de marzo, 2019

CAMINA JUNTO A MÍ

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Se le atribuye a Albert Camus este pensamiento sobre el que me baso hoy para hilar el pensamiento             No camines delante de mí, puede que no te siga             No camines detrás de mí, puede que no te guíe             Camina junto a mí y sé mi amigo Esto se puede extrapolar a variantes en las relaciones humanas como, por ejemplo, las de pareja y, por tanto, extensible a amigo o amiga según se trate. La cuestión principal está en la posición que adoptemos ante cualquier relación humana que se supone de intercambio. Si no es entre iguales y correspondida entonces sucederá que unas veces caminaremos delante y otras detrás en función de cuál de los egos es más fuerte o potente, cuál está subyugado al otro o cuál quiere imponerse más pero no se dará la premisa imprescindible de trato entre iguales aunque diferentes. Esto sucede cuando estamos en posición de debilidad, de dependencia emocional o cuando en actitud prepotente, arrogante. En esos dos extremos sole

LA OTRA ORILLA

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Generalmente cuando nos sentamos a contemplar cómo una ola llega hasta nuestra orilla, cómo se asoman las aguas y lo que nos trae de "nuevo", rara vez sentiremos que al otro lado también hay alguien que pueda estar observando. Un lado invisible pero no por ello inexistente, porque no todo lo que no se ve ni es inexistente ni es inaccesible y tampoco entra en el terreno de lo imposible. Quizá en el de lo desconocido personal, nada más. En ese otro lado también hay una orilla y así el mismo océano que nos puede separar puede llegar a unirnos. Me siento en una playa del Mediterráneo y no me olvido que al otro lado, en costas vecinas de otros lugares, frente a mí en la línea geométrica imaginaria habrá alguien niño o adulto con sus anhelos y esperanzas, con sus dudas y miedos en los que podremos coincidir. No me olvido que alguien puede observarme a la distancia quizá convirtiéndome en observado y ahí el destino nos une al ser observador y observado. Pero esa otra orilla no

LA TRAVESÍA DEL DESIERTO

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Si atendemos a hechos históricos, o presuntamente, la travesía del desierto podría ser -y de hecho es- la alegoría existencial de un proceso de dificultades, soledad, yermo donde nada puede cultivarse, de sequía a veces creativa. Simplemente cabe caminar bajo el abrasador sol y las estrellas de noches oscuras. Sol de un día eterno, estrellas de noches sobrecogedoras en el que oyes estallar las escasas piedras que pudieran quedar en el camino. Esta alegoría nos lleva a la contemplación de ese período, quizá necesario, para alcanzar el océano de sabiduría, el fresco mar en donde se armonizarían los cuatro elementos tierra, aire, agua y fuego que nos trae otra vida más amplia, un horizonte ancho en el que el destino de un puerto más seguro está más cerca aunque en apariencia nuestra visión no alcance. Ese desierto puede durar 40 años como el éxodo hacia la tierra prometida, cargados de experiencias y olvidos, de abandonos y traiciones, de crecimiento personal y espiritual, de anh