Escuela de pensamiento crítico

Generalmente casi sin darnos cuenta usamos, en ocasiones, expresiones matemáticas (racionalidad) para expresar sentimientos (irracionalidad) y no deja de ser una aparente paradoja, incluso, que nos encontremos con formulaciones algo complejas sobre algo tan simple y misterioso a la vez como es el amor que en el presente caso se trataría de formulaciones sobre las relaciones de pareja. Hablamos demasiado, escribimos caudales de tinta, empleamos horas y horas pensando sobre el asunto queriendo explicar lo que, en realidad, debiera ser simplemente vivirlo. Un día me enteré que existían esas formulaciones y yo, en una meditación, comprendí que el concepto de amor se basa en la experiencia de lo único, de la individualidad preservada al servicio de un bien común. Entonces entendí que no debíamos alejarnos de la naturaleza sencilla de eso que llamamos amor (sin otras etiquetas) y que cuando dos se relacionaban bajo su paraguas podría haber química, mucha física (menos con el tiempo)

Coge cualquier elemento de la naturaleza y obtendrás una metáfora porque la vida, cual maestra, nos muestra el camino mediante múltiples formas siendo las vivencias las mejores sobre todo cuando vienen disfrazadas de dificultades en donde, además, no cuentas con apenas ayuda siendo la que tú te prestes como la mejor de todas en ese momento. Un camino de piedras puede ser esa metáfora de dificultades pero la cuestión estribaría en si serías capaz de convertir esas piedras en tus pasos, en tus aliadas y darle arte. Porque en función de cómo te relacionas así van a ser los pasos a dar, así las dificultades te llevarán a un lugar mejor o te quedarás en el pantano de la desesperanza y, por tanto, de sombras oscuras que te irán acechando de forma constante. Cuando vemos sombras no pensamos en que pueden ser las nuestras cuando nos movemos, cuando vemos piedras en el camino intentamos vadearlas para no tropezar pero quizá la piedra te siga a ti los pasos porque no quisiste aprender que

Casi nada es lo que parece no resulta aún ser una obviedad si, en realidad, no nos dejáramos guiar por las apariencias ilusorias de una realidad que solemos torcer a través del cristal de nuestra mente. La vida se nos muestra poliédrica, multilateral, cargada de matices y de imágenes que nos ahuyentan de la verdad, de la realidad última cuyo conocimiento es el máximo de la iluminación.  Vivimos, por lo general, en la pura ficción que se nos muestra de diferentes formas tamizadas por el interés de quienes el poder ilusorio, del mago de la mentira y la manipulación. Creemos en lo que vemos dicen los racionalistas pero mi pregunta es si lo que ven es la realidad sobre la que se ha de creer. Casi siempre se aferran a postulados científicos (académicos, claro) para intentar mostrarnos su camino que, por otro lado, se aleja cada vez más del saber intuitivo. La realidad, dicho de otra forma, casi supera a la ficción. Ya lo hace hoy con películas de hace una década por ejemplo. La f

Permíteme que hoy irrumpa en tus neuronas en un día tan especial comercialmente hablando donde las marcas de perfumes, y otros regalos, hacen su negocio inventado, justamente, para el deleite pecuniario y de paso para seguir con la supuesta tradición que no es tal... Un día como hoy sería para reflexionar si, realmente, amas (no quieres) a tu pareja, si estás compartiendo camino o impones el tuyo, si amas la vida en su conjunto y con ella a ti misma o si tu amor es solamente un enganche emocional, si es de ese que se impregna desde el compromiso, la lealtad, la alegría, la cooperación, solidaridad, respeto, individualidad o si, por el contrario, es ese tan absurdo que una canción nos dicta diciendo el amor es controlador... Si tu relación es de control, de celos, de desconfianza, de insolidaridad, de imposiciones, de falta de diálogo y empatía, de trampas y doble vida, entonces mejor que hoy fuera el día del DESAMOR y fuera valiente diciéndole a tu pareja que vas a celebrar la sep

El tabú es una prohibición devenida, fundamentalmente, de prejuicios y, por ende, de la ignorancia. Está prohibido ver, tocar, hablar de algo o sobre algo o alguien bajo un manto de silencios impuestos o cómplices. Sucedió y sucede en una humanidad que da la espalda al conocimiento, al saber, a la evolución como especie. Pero en todos los tiempos ha habido quien se atrevió, no sin riesgos para su integridad, a romper tabúes del signo que fueran. Casi siempre se asocia con el sexo pero no necesariamente es así. Tabú era hablar de las sufragistas reivindicando el voto femenino en los albores del S. XX, tabú era hablar de fenómenos paranormales, tabú resultó la alquimia y las mujeres condenadas por ello a la hoguera bajo el estigma de la brujería, tabú era y es mirar a una mujer según dónde, tabú es comer cerdo según qué creencia. Tabú fue hablar de Cristo recién muerto pero aún hoy tabú es cuestionar que muriera como dicen, cuestionar todo lo escrito sobre un personaje del que no se

El principio de cualquier historia de amor comienza en la propia persona. El punto de partida está en ella cuando deja de ver la oscuridad para dar paso a la luz, cuando deja de mirarse al espejo para solamente tapar las arrugas y extraer las experiencias de esa vida con arrugas, cuando deja de autocompadecerse y levantarse para continuar el camino. Porque, ciertamente, el amor comienza en el cuidado personal integral. Y ahí incluyo cualquier aspecto que te haga sentir bien pero hay una parte a la que no solemos prestar atención como la de la propia comprensión, la del perdón, la de la paciencia. Porque sin esa dosis de aceptación hacia uno mismo es imposible que sepamos querer a nadie y eso está escrito en la más alta Sabiduría. Aceptación del ser que somos, de nuestra misión en la vida, de nuestros errores y de los dones o talentos que traemos para compartirlos. Aceptación de la verdad interna que nos guía y no traicionarla impunemente. Cuando buscamos excusas para dejar

Quede claro que siempre que permanezcamos en este planeta de paso, casa común bajo el mismo cielo, estaremos haciendo el penúltimo viaje porque el último será el de la vuelta definitiva, el de la partida final donde -precisamente- no son los zapatos lo más importante. Quizá lo sea cómo hiciste ese viaje aquí, el que te llevó hacia el interior de tu tierra prometida o al corazón de ti mismo (a). Yo recuerdo de haber efectuado muchos viajes, de haberme calzado para protegerme los pies y con los cordones bien atados. Pero un día sucedió que me di cuenta que debía atravesar un camino donde los zapatos podían hundirme en el suelo, podían aprisionarme el pie si se me quedaba preso en una traviesa del tren de la vida que debía pasar y que debía coger. Yo observaba que para ese tren había que ir ligero de equipaje, de carga interna o pesares innecesarios, de lastres de pasado, que el calzado no era lo más importante y que la mochila debía estar ligera. Cuando yo cogía ese tren tuve que