ANARQUÍA RELACIONAL


Constantemente recibimos mensajes, opiniones más o menos autorizadas, relatos, sobre patriarcado, feminismo, sobre modos de relacionarnos socialmente, sobre modos de relacionarnos sexualmente o sea sexo-afectivas, de estructuras o modelos de familia y un largo etcétera que, en realidad, aquí no nos llevaría lejos.
El pensamiento sociológico situado a la izquierda en el espectro político no siempre representa, en sí mismo, las formas de sentir en la sociedad porque, al parecer, la praxis política está lejos del sentimiento de las vivencias individuales y colectivas además de sujeta a convencionalismos sociales. No es que sea estrictamente así pero se le parece bastante por aquello de las etiquetas. En pleno Siglo XXI, con la caverna atacando de nuevo que apesta, ya cuesta socialmente que gente representativa en política se manifieste gay, lesbiana, bisexual o transexual. Gente con un recorrido social a sus espaldas pero con la honestidad de decir las cosas claras, sin tapujos. Esa gente abre camino pero en el modelo de relaciones sexo afectivas puede que aún quede mucho tramo por recorrer. Ahí están los estereotipos de relación de pareja con independencia de la orientación sexual como si una relación de pareja fuera la única posible o deseable. Y ya no hablo de pareja en su sentido monogámico sino no-monogámico. O sea puede ser una relación abierta poliamorosa más o menos estable donde ambas partes constituyen un núcleo afectivo abierto a compartir ese afecto o amor con otras personas e integrarlas en dicho núcleo tanto de forma estable como esporádica, con o sin práctica amatoria conjunta de más de dos. O sea donde dos se abren a tener un trío con alguien conocido y aceptado por ambas partes y mediando, además, sentimientos de afecto cuya relación puede ser de triángulo estable o esporádico.
Es cierto que las conquistas sociales no se efectúan en poco tiempo, que para que hoy podamos entender las relaciones abiertas y/o de poliamor tendríamos que retrotraernos a un tiempo mínimo reciente de hace unos 60 años con el crecimiento de la posición del amor libre junto con la "revuelta social" de Mayo de 68 (siempre primavera) que luego se aburguesa en su devenir. O, también, ir más atrás hacia los años 20 del S. XX en el que las mujeres rupturistas iban marcando pautas de otro comportamiento sexual.
Con todos estos ingredientes previos de pensamiento sociológico que no refleja plenamente el avance social junto a la creciente fortaleza del movimiento feminista se echa de menos un amplio debate sobre cómo demoler el patriarcado desde dentro o mediante qué instrumentos de práctica social continuada podríamos finiquitar un modelo de relaciones basado en la fuerza, la jerarquía, el poder al que llamamos PATRIARCADO.
Si no somos capaces de soltar lastres de estereotipos sexistas en nuestras generaciones de menores, si mantenemos el mismo concepto de familia de siempre (la de la vía sanguínea), si mantenemos el mismo concepto de amor romántico pero con otro ropaje (ataduras a una pareja aunque no sea heterosexual), misma práctica de cuidados endogámicos (fuera de la familia sanguínea ya no hay nada más), entonces no avanzamos absolutamente en nada, no estamos siendo palanca de cambio de nada. El cambio comienza en la persona, en el individuo, y no en la colectividad amorfa. Cada persona desarrolla una energía de cambio que al no emplearla y subyugarse al convencionalismo tradicional está propiciando no solamente no avanzar sino, también, dar paso a la reacción contraria, a la fuerza que se opone por inacción donde la parte contrincante ejercerá de ariete contra lo nuevo.
Lo viejo debemos soltarlo decimos pero nos da miedo lo nuevo desconocido. Sabemos que algo muere y algo nace, que un mundo se viene abajo pero surge otro nuevo con un horizonte distinto, pero lejos de emplearnos a fondo en el cambio nos atrincheramos en la zona de confort y de ahí no pasamos. Llevo tantos años casada o casado, tengo hijos-as, cuñados, yernos, nietos...Me puede el lazo ese familiar donde, en ocasiones, está alrededor del cuello de las personas. Me quedo como estoy. O sea amo a una persona toda la vida pero cuando ese amor se acaba, se agota, porque no se le cuidó no tengo a nadie más a quien amar y de quien recibir amor. Entonces voy y adopto una mascota que esa sí me entiende. Esto es literalmente así. Cubrimos la soledad y la falta de amor humano con mascotas porque no fuimos capaces de rodearnos de las personas que nos amaran y a quienes pudiéramos amar de forma recíproca. En su día aparecían los celos, el sentido de la propiedad, la desconfianza y, también, con todo ello el engaño, el adulterio, porque había que mantener el estatus de persona seria socialmente. La burguesía, la estructura capitalista del patriarcado nos lleva a ello, a la hipocresía sin que esto sea prejuzgar a nadie ni mucho menos. Es señalar una realidad a cambiar nada más. De ahí, pues, que nos tengamos que cuestionar de manera profunda por qué nos negamos a a amar a más de una persona, por qué cerrarnos a que otras personas (casadas, comprometidas o solteras) puedan amarnos y corresponderles, como si sentir amor no fuera sentir libertad interna que nos lleva a la ruptura con lo viejo. Si la libertad de amar la ponemos al servicio de nuestro bien lo hacemos para el bien común y entonces estamos prendiendo la mecha de un fuego que lejos de extinguirse acabará consumiendo y dejando en cenizas este edificio ruinoso llamado capitalismo afectivo, patriarcado. La alternativa es la relación libre de etiquetas, jerarquías o poder, de sumisión, de ruptura de convencionalismos. Hoy se llama anarquía relacional.

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