EL PRINCIPIO DE CORRESPONDENCIA

 


El principio de correspondencia es uno de los siete principios fundamentales o leyes universales sobre las que se construye toda la existencia y el devenir de la misma. Este principio hermético, cuya tradición parece remontarse al antiguo Egipto, expresa "como es arriba es abajo, como es abajo es arriba" y puede que, incluso, fuera una anticipación (como otras) de la antigua y mistérica sabiduría a una teoría formulada en 1923 por Niels Bohr para la mecánica cuántica. Pero como desconozco esta me centro en el principio hermético del que sí estuve reflexionando con anterioridad y que de vez en cuando me asalta su enseñanza.

Todo cuanto es y existe en nuestros planos superiores, sean físicos o de otra naturaleza, luego vienen a nosotros porque somos el reflejo, la imagen y semejanza de todo lo creado. Esa idea se expresa en la Biblia "Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza" pero cuidado con perdernos en cuestiones religiosas porque, asimismo, el libro del Génesis es una relectura (y no sé si reinterpretación) de antiguos libros babilonios, algo así como una nueva versión de algo escrito con bastante antelación. La correspondencia está en cada cosa que pensamos, hacemos, sentimos, deseamos, soñamos. Está en la química y, por tanto, en minerales existentes, en las ondas o vibraciones, está en el campo electromagnético. Nuestro plano físico, nuestra estructura material, es el resultado de una materialización de la energía y ésta es el nexo común a todo cuanto existe y es en el Universo que procede la Mente Creadora que, asimismo, forma parte de nuestra esencial naturaleza. Esto nos remonta, igualmente, al principio hermético del mentalismo y así -de esta forma- los siete principios están conectados entre sí.

En el principio que me ocupa -el de correspondencia- cuanto deseo de bien me será devuelto, cuanto de mal también, cuanto amor das amor vas recibiendo, cuanto rencor acumules más desprecio recibirás, cuanto mayor odio generes mayor será tu desgracia. A esto le llaman karma, el hermetismo le llama correspondencia. Nuestras vibraciones generan ondas que se esparcen, cual efecto mariposa, por los confines de los infinitos mundos paralelos y solo podremos entrar en armonía con todo lo existente si estamos en armonía con nuestro interior, si somos capaces de aceptar, perdonar, recibir, dar generosamente. Capaces de querernos, de querer a nuestro niño interno y de ahí ser capaz a otras personas. Sin ese paso previo no puede existir posteriormente la lógica correspondencia hacia los demás pero, lógicamente, no podrá existir nada desde los demás hacia uno. Cuando activamos un pensamiento positivo con otra persona, cualquiera que sea su naturaleza, eso va a tener un reflejo recíproco en ella que, a su vez, irá retroalimentando en ti si existe esa correspondencia. De no existir entonces corresponde a uno dejar de pensar, ni bien ni mal, para no alimentar lo que no corresponde, para no malgastar energía alguna que sí que otras personas reclaman de ti. Es el caso de quien no te aprecia, de quien no sabe volcar sus afectos o de quien te rechaza abiertamente. La correspondencia vibratoria debe existir poniéndola ante su espejo, marcando distancia con distancia, silencio con silencio y, ocasionalmente, puede (según marque la sabiduría interna) romper esa norma para comprobar su reacción y proseguir el camino. Por tanto esta ley implica libertad interior, eliminar dependencia emocional de alguien o algo que no te llena. Existe algo más allá de la propia física que nos conecta en todos los planos. Si, como he expresado, elevo mi pensamiento en positivo hacia alguien o alguna circunstancia las fuerzas benignas del Universo, las entidades espirituales superiores que no vemos también se alimentan de ese amor que transmitimos, de la paz y serenidad. Pero si el pensamiento es de odio, rencor, venganza, estaremos alimentando al lobo negro, al agujero negro que fagocita cualquier materia alrededor o cualquier centro de energía. Como es arriba es abajo también es como es dentro es hacia afuera. Todo cuanto cultivo en mí será lo que refleje. Si doy cariño a alguien a quien quiero es porque, también, me lo doy a mí pero, igualmente, es porque esa persona me lo ha dado a mí antes, incluso, en una realidad preexistente. O puede que en sueños esa persona y yo hemos conectado para entrar luego en la realidad física actual para construir conjuntamente algo común. O simplemente que nuestras vibraciones, o energías, han conectado de esa forma especial que en ocasiones nos acelera el pulso o ritmo cardíaco, o coge un pellizco en el estómago. Las señales exteriores las recogemos sean sutiles o no porque somos un radar y si estamos conscientes entonces podremos corresponder adecuadamente. Pero, para ello, debemos liberar prejuicios, miedos, esquemas mentales rígidos. En ocasiones no entendemos qué nos pasa y rara vez caemos en la cuenta que, justamente, por esa correspondencia una perturbación astral nos está complicando el día sin motivo aparente alguno. Todo está conectado sobre todo porque la energía que somos se mueve generando más movimiento, cambiando o mutando de plano, de circunstancia, de apariencia. Somos lo que creamos pero nos falta, como casi siempre, la virtud de permanecer en alianza con el tiempo en esa creación. Somos humanos, somos divinos, somos energía convertida en materia, somos alguien no algo, somos corazón y razón. Tú y yo somos una. Si tú yo, si yo tú...

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