
Creo que es necesaria una
reflexión de la importancia que tiene (o debiera tener) la vida social de
relaciones en general para nuestras existencias, más allá de la pandemia, más allá de
las normas. Somos seres sociales quizá
desnaturalizados por el mundo virtual, encandilados por un me gusta, un
seguidor o seguidora, por una conversación virtual a lo sumo por
videoconferencia. Nos hemos enclaustrado en nuestras habitaciones para salir al
mundo sin necesidad de mover las piernas. Pero, aún así, necesitamos entrar en
contacto cálido como en el lago lo hace la tierra y el agua. Lo necesitamos
como bien espiritual, como bien humano común. En tiempos de incertidumbre como
el actual, donde ni siquiera hay un consenso científico sobre la medida de no
abrazarnos, necesitamos ese contacto de la gente a la que queremos más allá de
la pareja habitual. Tenemos amigas, amigos, hermanos/as, hijos/as a los que
probablemente no nos atrevamos a acercarnos por miedo a ser contagiados o contagiar
de un virus del que casi nadie sabe nada más que, quizá, haya llegado para
quedarse como un huésped de honor en nuestras vidas al igual que otros lo
hicieron antes. Por tanto se trataría de no someternos a la paranoia o histeria
colectiva ni tampoco saltarnos ciertas normas preventivas. Vale que nos
reunamos un máximo de seis (el que pueda o tenga personas a su alrededor para
cubrir ese número) pero vale también reivindicar los abrazos como elementos
sanadores de emociones acumuladas. Que se me pueda tachar de temeridad me da
igual porque sé lo que estoy escribiendo, por quién o quiénes y para quién o
quiénes. El abrazo es consustancial al ser humano, al igual que lo es sonreír,
llorar, saltar, correr, besar, tocar, agarrar…Mientras vamos por la calle en
estos tiempos guardamos el respeto a quienes nos rodean como desconocidos, pero
mientras yo esté en mi casa o en mi lugar de trabajo o reunión y una persona
necesite de mi abrazo lo va a tener sin esperar a que yo lo tenga de retorno
puesto que esa persona puede que luego tenga reparos en darlos. Solamente nos
contaminaremos de cariño, afectos, amor. Sé que hay personas a mi alrededor que
les gustaría tenerlos y yo de ellas pero sabemos que solamente guardamos las
apariencias externas para que nadie nos ponga en el disparadero. Es por una
pura cuestión de apaño transitorio que, por supuesto, no nos va a quitar el
sentimiento o la emoción guardada. Decirlo así de claro es expresar la verdad
de lo que acontece. Más pronto que tarde se sabrá –siguiendo la estela de la
vacuna covid- que un abrazo mata si es el del oso pero no el de un ser que
quieres o te quiere y que las principales vías de contagio se estaban
desenfocando porque no había certeza de tipo alguno. Pero eso ocurrirá cuando
la comunidad científica destape a la vacuna así como lo que le rodea. Hasta
entonces nos movemos en el terreno de la especulación, de la hipótesis o
conjetura, del miedo mezclado con la prudencia necesaria. Y creo que es
importante saber quiénes somos realmente porque, de lo contrario, estaremos negando
nuestra capacidad de emocionarnos y expresarlo en consecuencia y
correspondencia. Y negar eso es negar parte de la esencia de nuestra
naturaleza, y hacerlo es renegar de ser humano para convertirnos en una pieza
de un gran puzle informe esparcido por el tablero. Por tanto debemos buscar el
equilibrio en estos momentos para que una recomendación sea una simple guía
pero no una verdad absoluta, para que la prudencia no sea miedo, para que la
distancia no sea olvido o desprecio. Porque en estos momentos es donde mucha
gente se escuda para no abrazar porque no quiere reconocer su sentimiento,
porque le provoca vértigo y entonces se aferran a un aliado imprevisto, el
virus y sus normas sociales, para poner distancias que, en definitiva, no se
sostienen en su credibilidad. Así que la próxima vez que te encuentres con
alguien querido y conocido os abrazáis porque vamos a dejarnos de majaderías y
a ver qué haremos entonces en el fin de año un máximo de seis ¿tocarnos el
codo? Me toca los cojones que alguien se lo crea y que tampoco si cenan dos que
no sean pareja habitual no vayan a terminar en la cama dando el campanazo del
año entrante tirando cohetes. Estamos en una fase de confusión, inestable,
llena de incertidumbre a todos los niveles. Es lo que se llama un crisis global
que debiéramos aprovechar para ser mejores, pero me da que esto último lo
estamos apartando. Y para ser mejores personas, seres más completos diría yo,
habrá que ir abandonando resistencias, saber mirar hacia atrás sin que el
cuello nos duela, no perder la vista en el horizonte y mucho menos en nosotros
mismos. Ser más completo será una tarea evolutiva y para ello necesitamos
abrazos. ¿Nos damos uno fuerte y cálido?
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