CONOCIMIENTO Y SABIDURIA


 

En la imagen podemos observar dos elementos que no son iguales pero, en su caso, complementarios. La bombilla da luz, te alumbra para ver el libro que vas a leer y del que extraerás tus notas, una reflexión, un aprendizaje… Exactamente representan la relación entre Sabiduría y Conocimiento y es que obtener la primera implica directamente adquirir el segundo pero no al revés. Cuánto necio hay con titulación universitaria, grandes y pomposos títulos pero que no le valen para regirse por un mínimo de sabiduría en sus acciones cotidianas sobre todo si de las mismas se desprenderán consecuencias inmediatas a su alrededor. Pongamos el caso de quienes se dedican a la política o están en ello, a dirigir empresas o entidades no lucrativas… No siempre la persona más capaz es quien está al frente pero, claro está, medimos la capacidad en función de cuántos másteres tiene colgados en la pared aunque sean falsos o regalados de aquella manera…

Solemos confundir los términos con los que nos expresamos habitualmente sobre conocimiento y sabiduría sin reparar en que hay personas que sin apenas tener nociones de ingeniería tienen un profundo conocimiento de cuestiones agrícolas, o de guiarse por las estrellas o de cursos de ríos, mareas etc. Ese profundo conocimiento se llama sabiduría que se ubica en lo más profundo del alma humana, guiada por una luz interna que le lleva a discernir lo conveniente y lo no conveniente en cada momento, lo que procede y lo que no. A saber cuándo, cómo o en qué lugar aparecer o desaparecer. No es una habilidad innata como tal sino puesta al servicio de lo común desde sí mismo. Pero para alcanzar un determinado grado de sabiduría ha de mantenerse siempre la necesaria e imprescindible apertura mental a que todo cambia, todo se mueve, que lo bajo puede llegar a ser alto y lo alto ser derrumbado, que lo lleno y lo vacío son estados complementarios pero opuestos -como el día y la noche- de una misma realidad porque para llenarte has de estar vacío con anterioridad. O sea sin prejuicios, sin interferencias en lo que has de aprender y una vez aprendido algo seguir vaciando el interior con desapego, incluso, de lo que entendemos se sabe para seguir evolucionando y progresando, para seguir aprendiendo, ya que –en realidad- el único aprendizaje real lo interiorizamos desde la repetición de experiencias o vivencias hasta que dejamos de cometer errores. La vida, cual gran maestra, se encarga que ello sea así aunque nos resistamos a creerlo pero es lo que tú creas sobre esto a la vida le da igual. No hay preferencias y aversiones sino acciones correctas que son las que dan la medida de cuánta sabiduría portamos y cuánta nos queda por adquirir para alcanzar un mínimo de razonabilidad en nuestra capacidad de discernimiento. La vida nos indica que el camino del aprendizaje es el que nos da autoridad moral, la necesaria para no ser un gallo de corral que canta al alba y luego se apaga. Que la autoridad moral no te la dan los demás sino que la atesoras tú aunque haya gente a la que le guste bailarte el agua. Hoy se lleva mucho eso del “like” y cuantos más mejor porque te da distinción en redes sociales pero la pregunta ¿en realidad el aprendizaje existencial va a depender de que alguien me diga que está de acuerdo conmigo y que todo sea perfecto o, por el contrario, va a sobrevenir justo de quien no me ríe las gracias y pone en jaque mis propias acciones? Quizá si dejáramos nuestros egos aparte, si nos dedicáramos a abrir nuestra mente a aprender pero, sobre todo, a evolucionar con el curso de los acontecimientos siendo agua o fuego cuando la ocasión requiera que sea así, entonces los avances serían mucho más cualitativos, digamos que profundos, ya que los cambios que pretendemos hacia afuera nunca van a llegar si no los operamos en nuestro fuero interno. Y aquí es donde radica la verdadera naturaleza de la sabiduría interna ya que no interiorizar este principio básico nos va a llevar a dar palos de ciegos, escupir en el aire y creer cuando nos cae que llueve. No interiorizar que el cambio es lo único que permanece y que debemos impulsarnos, primeramente, en nuestro interior, en nuestras estructuras mentales o patrones culturales, hará que cualquier tarea que emprendamos esté llamada al fracaso. Solo hay que observar la realidad cotidiana para saber que es así. Ahora puede que ya comencemos a distinguir entre conocimiento y sabiduría al igual que lo hacemos con el día y la noche…


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