CANCIÓN DE UNA VIDA

No sé si una vida pudiera resumirse en una canción pero si consideramos que una vida es un instante porque es una experiencia del momento concentrada entonces cada instante puede tener su canción, cada etapa o fase en la vida. Y es cierto que hubo un tiempo para el rock, otro para el fado, otro para los clásicos del pop y pop rock, otro para los clásicos de antes, otro para la sinfónica, también los hubo para las voces andinas y el reggae jamaicano, y también para la música africana o asiática como las hubo para el jazz o el ritm and blues... La música es el eco de un viaje espiritual hacia cualquier lugar en cualquier momento. Viajas en el tiempo y en el espacio inconscientemente incluso cuando lo que oyes es un reggaeton machacón que se adentra en tus neuronas hasta cuando duermes. 

Tu vida y la música reflejan un estado de ánimo, un espíritu concreto que puede ser de paz o convulso, de nostalgia o de huida, de esperanza o de su contrario porque la música nos la enseñaron quizá los dioses virtuosos de la melodía para que nuestras fieras internas pudieran ser amaestradas en momentos de revueltas,

Pero cada día suma una experiencia anterior y ayuda a evolucionar y así nada de lo que oí me resulta desconocido ni rechazable y sí perfectamente adaptable a ese momento en el que sientes que hay una nota o un compás que necesitas oír, incluso bailar y alegrarte. Y además enfatizo que mi uso de la música, a día de hoy, debe ser un homenaje al arte de vivir algo más alegre sin perder la conciencia, el arte de sonreir y vibrar con sonidos a los que afortunadamente no se le pueden poner fronteras, porque si algo tiene la música es que es que su lenguaje es tan universal como el de los números, o como el de una sonrisa limpia siendo capaz de ayudar a destruir neuronas de ignorancia y pueden provocar, como el chocolate, un estado de satisfacción simplemente por el placer de probarlo. Y así es la música, experiencia de vida, experiencia de amor que es intenso pero genuino sin edulcorante.