QUIERETE

El principio de cualquier historia de amor comienza en la propia persona. El punto de partida está en ella cuando deja de ver la oscuridad para dar paso a la luz, cuando deja de mirarse al espejo para solamente tapar las arrugas y extraer las experiencias de esa vida con arrugas, cuando deja de autocompadecerse y levantarse para continuar el camino.

Porque, ciertamente, el amor comienza en el cuidado personal integral. Y ahí incluyo cualquier aspecto que te haga sentir bien pero hay una parte a la que no solemos prestar atención como la de la propia comprensión, la del perdón, la de la paciencia. Porque sin esa dosis de aceptación hacia uno mismo es imposible que sepamos querer a nadie y eso está escrito en la más alta Sabiduría. Aceptación del ser que somos, de nuestra misión en la vida, de nuestros errores y de los dones o talentos que traemos para compartirlos. Aceptación de la verdad interna que nos guía y no traicionarla impunemente.

Cuando buscamos excusas para dejar de hacer lo que debemos o no hacer lo que no nos corresponde estamos tapando la verdad y estamos dejando de querernos profundamente porque nos estamos faltando al respeto. Entonces yo me pregunto cómo podemos pretender que nos respeten, que los demás entiendan los límites si no sabemos ponerlos nosotros, si no queremos ver más allá de nuestra nariz y ombligo. Si nos adentramos en la zona oscura para regodearnos en ella sin solucionar nada, si esperamos que otros decidan sobre nuestra vida, si esperamos a que nos aprueben o reprueben sobre una decisión entonces estamos delegando nuestra personalidad, estamos enajenándola y dejando de mirarnos con plenitud, dejando simplemente de querernos.

Hay gente que tiene buenos deseos para los demás pero son incapaces de tenerlos para sí misma creyendo que no se merecen lo bueno, creyendo que la vida es un jodido valle de lágrimas donde solo penamos sufriendo. Esa gente puede tener buena disposición a mostrarse solícita para las demás personas pero no quieren darse cuenta que dan lo que no tienen o no les alcanza porque su pozo está vacío. Vete al desierto y ofrece agua de un pozo seco a ver si eres capaz y luego me cuentas qué tal te fue.

Entramos en permanente conflicto porque no aceptamos nuestro ser tal cual es, porque no aceptamos sentimientos, pensamientos, deseos que concuerdan todos ellos. Rechazamos cualquier posibilidad que ello ocurra por el miedo a vivir de verdad, a respirar con intensidad. Entramos en un bucle autodestructivo que puede durar tiempo llevándonos por delante las ilusiones de cualquiera por nuestro maldito suicidio espiritual sin importarnos un carajo las consecuencias. Eso sí luego es difícil que las aceptemos a lo que le sumamos nuevas contradicciones y, por tanto, conflictos internos.

Si yo me quiero a mí mismo desde luego no voy a esperar que nadie decida por mí cuándo y cómo sonreír, no voy a esperar la aprobación externa, no voy a esperar sentado a que pase un tren que igual no viene porque yo seguiré caminando. Si yo me quiero no debiera dejar que nadie (nadie es nadie) estropee mis anhelos,  no debiera dejar que las ausencias puedan más que las presencias ni que los errores ajenos se conviertan en los míos. Con los míos me basta.

Respetarse, quererse, es simple cuando se tiene la conciencia adecuada. Y si queriéndote alguien se ofende entonces ese alguien realmente no merece la pena en tu vida. Pregúntate entonces si realmente te quieres, y si no a qué estás esperando para tomar una importante decisión en tu vida.