LAS BRUMAS DE LA NOCHE

Al levantar la mañana quedan restos de la noche, de su bruma que envuelve el mundo de lo visible para convertirlo en algo misterioso y cuasi inaccesible. Es el despertar nuestro de las regiones del sueño, de lo onírico, cuyo significado trasciende nuestra comprensión intelectual y donde nada, prácticamente, es como parece. Caemos en la cama, quien puede tenerla, a veces rendidos, a veces resignados, para intentar dar descanso al cuerpo pero, también, a la mente y el espíritu. Un descanso que, en ocasiones, se convierte en ardua tarea porque casi que al entrar en contacto con las sábanas convertimos a la cama en un campo hostil, enemigo, de batalla contra nuestros demonios en forma de miedos, dudas, vacilaciones, inseguridades, desconfianzas. Puede que estemos en paz con nuestro interior porque nuestra conciencia está tranquila pero no en cuanto a la resolución de los asuntos controvertidos que se prolongan más allá de lo temporalmente razonable, pero ya sabemos que el tiempo e...