UNA MEDITACIÓN SOBRE LA ECUACIÓN DEL AMOR

Generalmente casi sin darnos cuenta usamos, en ocasiones, expresiones matemáticas (racionalidad) para expresar sentimientos (irracionalidad) y no deja de ser una aparente paradoja, incluso, que nos encontremos con formulaciones algo complejas sobre algo tan simple y misterioso a la vez como es el amor que en el presente caso se trataría de formulaciones sobre las relaciones de pareja.

Hablamos demasiado, escribimos caudales de tinta, empleamos horas y horas pensando sobre el asunto queriendo explicar lo que, en realidad, debiera ser simplemente vivirlo.

Un día me enteré que existían esas formulaciones y yo, en una meditación, comprendí que el concepto de amor se basa en la experiencia de lo único, de la individualidad preservada al servicio de un bien común. Entonces entendí que no debíamos alejarnos de la naturaleza sencilla de eso que llamamos amor (sin otras etiquetas) y que cuando dos se relacionaban bajo su paraguas podría haber química, mucha física (menos con el tiempo) pero había una constante que rara vez consideramos: EL EGO. Justo una constante de signo negativo. 

Si yo tengo una pareja de igual a igual cada uno somos UNO que sumamos al proyecto (cuyo resultado daría 2) `pero que al eliminar el ego lo proyectaríamos fuera y nos quedaríamos siendo UNO. O sea un proyecto con dos espacios singulares, que suma cuyo resultado no dejaría de ser uno siempre que cada cual se mantuviera en su valor.

Esa es la sencillez como yo vi entonces la formulación de una relación auténtica de pareja, de iguales que suman pero que sacrifican el ego para que la nave no encalle. Comprendí que uno seguía siendo uno a la espera de sumar, que no dejaba de serlo si realmente amaba la vida, se cuidaba y no se sustraía anulándose a sí mismo. Y entendí que lo sencillo siempre debe prevalecer sobre lo complejo sobre todo cuando se trata de vivir con intensidad desde el alma no racional. Hoy, esa meditación vino de nuevo...