ÉTICA DEL TRABAJO




Cuando en las relaciones sociales en el ámbito del trabajo usamos el término ética hoy aún puede producir extrañeza, como si no encajara la ética en la empresa y sus relaciones.
La ética va un paso por delante de la ley porque trasciende por lo justo y en ausencia de normas -tan pomposas como inútiles a veces- se impone un código de conducta basado en valores. Esto que también suena parece que, por lo visto, oído y observado, no sería muy común. Lo de la ética me refiero.
En una sociedad salpicada de corrupción hasta las cejas es difícil detectar, a veces, el grano en lugar de la paja, y el diamante en lugar de la bisutería porque te la pueden colar en cualquier momento. Pero la reflexión presente pretende simplemente anotar que de existir unos fundamentos éticos en la sociedad la corrupción se reduciría ostensiblemente al menos para no producir hastío.
Se suele decir que la corrupción es cosa de políticos. ¡Incierto!, porque donde hay corruptos existe una bidireccionalidad entre quien corrompe y quien es corrompido y lo que está claro es que la corrupción ha venido de la mano de empresas, políticos o funcionarios. Al ser una práctica cotidiana hay quien la justifica diciendo literalmente ¿es que tú no harías igual si pudieras? y yo rotundamente DIGO NO lo mismo que mucha gente que entiende que su dignidad no tiene un precio mercantil.
Esto es un problema estructural que ha afectado a las esferas del poder en sus diversos niveles de representación incluida la gran patronal española (Díaz Ferrán ex-Presidente de CEOE) con una serie de individuos imputados y/o condenados en firme por malas praxis empresariales, por tráfico de influencias etc. Y, ahora pregunto, ¿es que una mala praxis no es un ejercicio de corrupción? El delito societario es una figura jurídica en el ordenamiento jurídico español y cuando tú tienes responsabilidades tanto públicas como privadas lo menos que puedes hacer es cumplir fielmente con la encomienda pero cuando se impone LA CODICIA entonces se instala la CORRUPCIÓN que malversa, finge, defrauda, estafa, desvía, porque -en definitiva- usa la máxima de todo vale para mi enriquecimiento a costa del sufrimiento ajeno si es necesario, y sufrimiento es la pérdida de empleo de quien, por ejemplo, es lo único que tiene y la peor manera de perderlo es por estafa continuada de tu propia empresa.
Al no existir autoridad moral se ejerce una responsabilidad de forma poco digna (por llamarlo suavemente), lo que trasciende es un enorme ejercicio de cinismo en el que se le pueden pedir sacrificios a los demás mientras tú estás escondiendo el dinero en paraísos fiscales llamándote buen patriota pero sin declarar al fisco de tu país y, con ello, posibilitando que los servicios públicos no funcionen adecuadamente o yo tenga que pagar tu parte con recortes. Si los demás ven en ti, titular de empresa o asociación patronal, una persona indigna o indecente, carente de escrúpulos, si han observado que no tienes la más mínima autoridad moral y, por tanto, ética entonces deviene una situación de sálvese quien pueda, de aquí todo vale y entonces trinca el dinero y sal corriendo. O sea mi trabajo tenderé a no hacerlo bien, a descuidarlo, a que no tenga calidad, a desafectarme de él porque no tengo ninguna motivación expresa que me una con lo que hago. Si yo veo que tu empresa te importa un carajo entonces yo que estoy a tu servicio bajo los brazos, siento que no puedo hacer nada al respecto porque cualquier intento puede ser perjudicial o en vano. Comienza la estampida casi controlada, las bajas, los conflictos laborales por deudas, mala organización del trabajo, escasez de medidas de prevención etc., etc. Hay una máxima que expresa que quien es justo en lo pequeño lo será en lo grande y en las pequeñas cosas es donde valoramos las situaciones que, incluso, pueden allegarse de mayor envergadura.
Cuando en un equipo de trabajo llamado empresa existe una responsabilidad real, un código ético que impida una mala praxis de directivos y personal en general, se están sentando las bases de un buen funcionamiento que impedirán prácticas torticeras en las que se crucen intereses propios con ajenos de forma subrepticia para alterar el estado natural de una situación como, por ejemplo, una licitación pública, un contrato entre la empresa y sus clientes o proveedores etc. En este tipo de empresas -que las hay- cada cual sabe lo que debe hacer y cómo debe hacerlo, y que la ética es un valor, el mayor, porque las personas son consideradas adecuadamente porque, además, nadie esquiva el nivel de responsabilidad que tiene y cada cual aporta su talento al servicio de un objetivo. Donde existe un faro no debe haber naufragio, donde hay una referencia no habrá lugar a la duda. 
Estos años atrás -de estafa más que de crisis- debieran habernos enseñado a aprender dónde cometimos los errores para corregirlos pero, sobre todo, a ser mejores personas porque siendo así entonces seremos mejores emprendedores, mejores empresas y mejores trabajadores. Así, desde la ética, estaremos sembrando un buen futuro para ir erradicando las prácticas de corrupción desde la posición del ejemplo a nuestras generaciones venideras, porque la mayor enseñanza que puede darse siempre será desde la posición de autoridad moral, desde la consecuencia. 

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