ACOSO SEXUAL EN EL TRABAJO




Que es una realidad incuestionable y contrastable diariamente por miles de mujeres en sus puestos de trabajo creo que es quedarse corto en la apreciación.
En el ámbito del trabajo se dan, por desgracia, situaciones que a poco que uno tenga algo de sensibilidad se sonroja y esto lo saben hasta las cucarachas que rondan los sumideros de una empresa. Situaciones que se consideran "normales", "graciosas", porque hay hombres que aún creen que sus compañeras en la empresa son sus juguetes sexuales con quienes fantasear y de paso ir al grano. Compañeras que van a su trabajo, a realizar su labor sin más, que tienen algunas de ellas una situación altamente delicada y de la que algún desaprensivo intenta sacar tajada con promesas sutiles o directas de mejoras en sus condiciones por ejemplo. O sea favores sexuales a cambio de algo que aliviará tu pesar pero que si no accedes puede que te haga la vida imposible. 
El acoso tienen un enorme componente de chantaje, extorsión, abuso de poder porque es eso justamente cuando se da jerarquizado pero cuando es transversal entre iguales el componente es el del comentario de un individuo que es un saco de testosterona andante cuya inteligencia no radica siquiera en la punta del pijo porque, en alguna ocasión, su comportamiento es el de un tipo reprimido rallando la impotencia.
La figura del acosador se da en múltiples circunstancias y casi más en empresas de postín, de traje y corbata, en el que el tipo guaperas engominado se siente con derecho de pernada. Miradas lascivas, comentarios lacerantes, actuación solapada sin testigos son algunas de las connotaciones que hacen que una mujer pierda su autoestima, se sienta debilitada en su posición, acobardada porque si denuncia dicha actitud podrá ser, incluso, hasta despedida ya que generalmente quien ejerce de acosador sexual suele tener una rara influencia en el ámbito de la empresa Se siente impune y actúa como tal. No distingue un no por respuesta, es arrogante y prepotente, se siente depredador y triunfa con mujeres que son del gusto de este tipo quien, asimismo, no  entiende que no todo el mundo le va a reír las gracias.
Una situación así puede llegar a destruir a una persona en su integridad moral, hacer que salten alarmas con pérdida de sueño, apetito, inestabilidad emocional, irascibilidad o aislamiento en algún caso porque no se siente acompañada o defendida por quien debiera.
Es una realidad silenciosa de violencia de género solapada, socialmente parece que admitida o, al menos, no impugnada radicalmente. Y digo esto porque la inmensa mayoría de las víctimas de acoso sexual en el trabajo son mujeres. Empresas de postín, de renombre algunas, son o han sido el marco de actuación de tipos así. Tipo elegante él, con buena posición económica, con cierto rango jerárquico y que de haber accedido a sus peticiones de "vente conmigo" con entrega de bombones, flores y demás historias, su contrato -el de ella- hubiese sido renovado casi con toda seguridad. No fue así, no hubo renovación posterior. Mejor fue así porque una puerta se cierra otra se abre pero nunca caer en la indignidad.
La historia del acoso sexual en el trabajo no se aborda adecuadamente, no se establecen los protocolos precisos y detallados que vayan al fondo de la cuestión y muy tímidamente comenzaron a introducirse en los convenios colectivos.
El macho alfa -cual lobo- necesita de hembra a su antojo. Es un comportamiento primitivo, animal, o quizá ni eso. Mientras ellas sufren las más de las veces en silencio yo me pregunto qué hace el conjunto de la sociedad, qué hacemos individual o colectivamente para que ese patrón deje de reproducirse. Si presenciamos un comentario ofensivo, una actitud denigrante, un gesto inadecuado, y no somos capaces de ponerlo al aire entonces nos convertimos en cómplices aunque lo queramos disfrazar del miedo a que me echen, pero no por ello dejamos de ser cómplices de algo que, además, es una figura delictiva dicho sea de paso. 
Como todo lo que sea modificar un patrón cultural obsoleto, caduco, decadente, estamos ante un hecho a modificar a través de la educación en nuestro entorno, incidir en nuestros espacios o puntos de encuentro no permitiendo, al menos, que la mujer siga siendo un objeto a nuestra medida. El simple hecho que digamos tengo una guapa secretaria en lugar de una secretaria eficiente y eficaz ya es sintomático de qué parámetro es el predominante.
Hay trabajo por hacer en el ámbito de empresa, dentro y fuera de ella puesto que situaciones así deben hacer saltar de los sillones a todas las asesorías y consultoras cuya responsabilidad no es menor si no son capaces de incidir favorablemente en un trato justo, igualitario, de respeto. La mujer que va a trabajar no va a pasar una pasarela por mucho que se acicale, va ganar su dinero para poder armar su proyecto de vida bien solitaria o en pareja y para que le digan guapa ya tendrá un amigo especial, una pareja, que le alegre el oído en libertad y no bajo el yugo opresivo del puesto de trabajo. Remar en esta dirección no es tan difícil, es pura cuestión de voluntad ni más ni menos...

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