HUMANIZAR LAS RELACIONES SOCIALES



Lo primero y fundamental para humanizarnos (parece una paradoja) es volvernos conscientes y esto no sé yo si estamos más lejos o cerca de conseguirlo ya que mis dudas vienen de una realidad que, al parecer, quiere mostrarse esquiva al progreso real que es ni más ni menos que ser humanos.
Esta expresión -la de ser humano- parece tan fácil de entender que ni siquiera cabría explicarla, pero no me dirán que la situación no está para obviarla. Nada más que hay que echar un vistazo rápido a cualquier medio de comunicación (¡y ojo con algunos medios!) para observar cómo gira el mundo en cuyos detalles prefiero no entrar. 
Cuando hablamos de las personas solemos usar la citada expresión -en plural- de seres humanos pero la pregunta real, auténtica, de fondo es ¿QUÉ ES SER HUMANO? Aquí ya tenemos dos palabras que es ser y otra humano. Ser implica una conciencia individual y, también, colectiva, Una y otra conciencia se complementan, son necesarias para la construcción de la humanidad. Creo que hasta aquí me parece que hasta podría resultar obvio lo que estoy planteando pero puede que no lo sea tanto a tenor de los resultados ya que hemos enajenado el ser por el tener y esta sociedad, en su conjunto, es la del tener y por ahí se fundamentan las relaciones. Se decía de antaño tanto tienes, tanto vales y parece que esto se agudiza por día y así podemos observar los varios miles de millones de seres humanos (ellos también lo son) que no tienen ni lo básico para poder llegar al día siguiente en donde las guerras (o sea el negocio de la guerra) hacen estragos como si de un plan de lento exterminio se hubiese pergeñado para mantener un cierto control de la población a costa del sufrimiento ajeno.
Nos enajenamos cuando nos situamos acríticamente ante cualquier informativo y no somos capaces de leer entre líneas las verdades ocultas o las mentiras manifiestas y las confundimos. Nos enajenamos cuando nos dejamos manipular con experimentos sociológicos en el que ciertos juegos hacen su papel, o cuando asistimos pasivamente a ver (más que a observar) ciertos programas televisivos aparentemente inocuos de búsqueda de parejas por ejemplo. Y digo este caso porque las relaciones sociales se han transformado profundamente con el uso de la tecnología a través de las aplicaciones para dispositivos móviles, o en redes sociales con uso convencional de ordenador que hasta nos parece una situación normalizada. 
No creo que haya que profundizar mucho en el asunto para sonreírnos y vernos retratados cuando estamos inscritos en varias páginas para solteros (o singles), para personas solitarias, para ampliar amistad, para buscar expresamente pareja cuando no es únicamente para relaciones sexuales y punto que de todo hay. Incluso páginas para gente infiel que no hace mucho fueron puestas al descubierto cuentas de la misma y ya sabemos que la tecnología no es inocente ni neutral porque es quien esté detrás.
Las conversaciones en la calle, los encuentros al aire libre espontáneos, el saludo entre vecinos, la configuración de grupos de una forma natural, fue dando paso al aislamiento, al ensimismamiento, a la desconfianza hacia el mundo real para refugiarnos en un mundo subjetivo, detrás de una pantalla que nos da una aparente seguridad en donde nos proyectamos como alguien totalmente diferentes a quienes nos manifestamos en la vida real. Y es que confundimos vida real, cotidiana, la de la luz del sol y las noches de luna llena, con la vida en un sillón giratorio, con un ordenador más o menos sofisticado. Ahí decimos quizá -como mucho- quienes quisiéramos ser. 
Perdemos la orientación de quiénes somos en realidad, de a qué vinimos al mundo, viviendo desorientados sin saber hacia dónde dirigir nuestros pasos y dejándonos llevar por el tedio, el conformismo, el no cuestionamiento de nuestros planteamientos existenciales. Vivimos en una burbuja en la que nos sentimos protegidos de una amenaza que no es otra que la de mí mismo, la de alguien como yo en persona con su mirada, su tacto, su olor, su ser en definitiva.
Vivimos con miedo a ser humano de verdad y nos identificamos con la máquina que tenemos delante, confundimos el día y la noche, cambiamos nuestro nombre, dejamos de ser para aparentar ser dilapidando cualquier atisbo de autenticidad.
No demonizo la tecnología y sus formas de comunicación si realmente es un medio para un mejor desarrollo personal, pero no un fin en sí mismo PORQUE NO ES UN FIN. 
Observo a la gente y la experiencia más reciente me dice que vivimos bajo el paraguas de las excusas permanentes, huimos del compromiso en sus diversos niveles porque preferimos que nos den las situaciones arregladas, apostamos por lo fácil pero no por el esfuerzo y así nos creemos nuestras propias mentiras. Pero, en realidad, esas mismas personas están cargadas de miedo, de soledad mal gestionada porque no son capaces de asumirla y sublimarla, porque dejaron de ser quienes son para manifestar, quizá, otro alguien diferente y he aquí la frase del libro El Principito "lo esencial permanece invisible ante los ojos" para manifestar que en nuestro ser más profundo está la verdad de quienes somos y ahí anida nuestra verdadera naturaleza a la que hemos de volver la mirada no olvidando que fuimos niños. Volver la mirada para retomar un camino abandonado en el que humanicemos las relaciones sociales porque el valor de una mirada, un gesto, una caricia, una sonrisa, una palabra, no puede ser suplida con emoticonos o frases precocinadas en a saber qué factoría de ficción...

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