LA SABIDURÍA DEL SILENCIO



No es raro encontrar en cada momento de la historia, en cada cultura, en cada pensamiento, una loa al silencio porque tiene su propio lenguaje, porque es necesario para vaciarnos de ruidos internos y alejarnos de los externos, porque es un momento mágico para comprendernos a nosotros mismos y el mundo que nos rodea.Para alcanzar la paz interna en una palabra.

En un mundo cargado de decibelios, contaminado hasta la médula en cada cosa que comemos, bebemos o cuando respiramos, es más necesario que nunca el silencio que es sabio. 
Vayamos al caso de una pareja que está tensa, de una familia donde padre-madre están enfrentados a los hijos o viceversa, en el que a cualquier hora hay música, voces, todo el mundo habla a la vez y hasta el perro ladra cuando no debe. Pues es aquí donde debe imponerse la sabiduría para que el silencio presida nuestros actos manteniendo una distancia emocional prudente, sabiendo callar y no atender a las necedades ajenas o evitando las propias. No entender esto es no entender la misma esencia de la vida.
La vida, en sí misma, no es tan ruidosa. Las plantas crecen, las semillas brotan, los animales paren, los ciclos estacionales mudan y todo casi sin que lo percibamos porque la naturaleza es silenciosa. Cuando nos vamos a una montaña, a un refugio ¿qué buscamos si no es la complicidad del silencio? ¿Qué buscamos cuando nos sometemos a terapias de silencio estricto con grupos reducidos, en lugares apartados donde no se permiten móviles o cualesquiera otros aparatos tecnológicos? Realmente estamos buscando conectar con nuestro Yo más profundo, el Yo sabio que nos habla y del que vamos huyendo porque es quien tiene las verdades que quiere manifestar. Nos inquietamos con tanto silencio, nos angustia casi, nos asusta la quietud hasta el punto de querer hacer absurdamente algo para distraernos. No, simplemente debemos estar.
La autenticidad de una persona está en saber ser y saber estar pero poniendo voluntad para ello, sin máscaras. El silencio nos la destapa todas, nos hace caer todos los velos de la ignorancia y hasta superar los miedos a base de mucho tesón. Pero he aquí la cuestión porque ya el entramado se encarga que no pienses, que si estás en soledad no tengas silencio sino que te hastíes por ello, por estar así en lugar de aceptarla y sublimar todas las energías de forma creativa.
Cuando alguien se enfrasca en una discusión conmigo, me provoca usando artimañas torticeras pero de forma subrepticia, oculta, de tal forma que se provoque una situación sin que la persona provocadora sea descubierta y todo para que tú estalles. Entonces uno saca a relucir el silencio como arma poderosa, deja que todo transcurra, no hace caso a la provocación encubierta o no y gana la batalla porque no tiene rival. El silencio bien aplicado desconcierta a tu oponente porque al no estar acostumbrada la persona a ello no sabe cómo interpretarlo y un terreno que no conoce le resulta hostil. Tú simplemente le has dejado espacio y tiempo para pensar pero es incapaz de ello y además tiende a victimizar la situación planteando que por qué no le hablas cuando la provocación parte del otro lado. El autodominio es fundamental para saber que no siempre la palabra es la herramienta adecuada de comunicación, y quien se domina a sí mismo sabe que domina el mundo que le rodea porque no se deja arrastrar por la convulsión del momento. Es un ejercicio que el silencio te enseña si sabes aprovecharlo porque ahí, en tu interior, están todas las respuestas. Nuestra es la elección del camino a escoger...

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