VIOLENCIA INFANTIL, NO ES COSA DE CRÍOS






La violencia infantil siempre existió en la calle en general, y en el ámbito escolar en particular. Antes un grupo se reunía un grupo (a veces era un gallo nada más) y antes, después, o durante las clases se acosaba a la víctima propiciatoria mediante insultos, avasallamiento por su aspecto físico o por cualquier otra circunstancia que al grupo no le conviniese. Por el gusto de aplicar el derecho de vasallaje anclado en los comportamientos culturales que portamos en nuestra memoria celular, un patrón de conducta que se repite como un bucle. Y cuando digo antes, me refiero a hace 50 años por ejemplo.Quizá ese acoso estaba más encubierto porque los profesores de entonces eran auténticos ogros come-niños y también peligraban los acosadores si se les cazaba en alguna tropelía, razón por la cual era muy usual aplicar el "protocolo acosador" antes de la clase y entrabas amedrentado, o a la salida y llegabas a casa hecho una mierda. Lo que cuento creo que no es nada nuevo ni inventado de ayer porque responde a ese "algo" interno que hace emerger la fuerza oscura de nuestro ser, ese lado que todos tenemos en el que nos mostramos muy envalentonados cuando acudimos en manada pero que, sin embargo, en solitario igual somos una auténtica bazofia plagada de cobardía incapaz siquiera de mirar a la cara.
No vale decir eso es cosa de críos. Absoluta y radicalmente no podemos ni debemos consentir que nuestras generaciones de menores, las venideras, sigan cosechando nuestra siembra absurda de violencia con total impunidad cultural y, por tanto, con la normalización que da pensar de esa forma.
Agredir verbal o físicamente, despreciar, mofarse de un defecto, avasallar a alguien que está en tu misma clase compartiendo conocimiento y aprendizaje, me parece una situación que demuestra el ser humano no evoluciona un ápice, sobre todo si la población adulta -entre la que me incluyo- no somos capaces de educar en otros valores. Pero lo peor de todo es, de un lado, que los padres de los asaltantes puedan mostrarse indiferentes cuanto menos a la situación de la persona (niño-niña) agredida y justificando, quizá, el comportamiento de su queridísimo hijo-a en que hacía lo que le decían, que es cosa de chavales, que no pasa nada etc. No, mire usted, vamos a invertir la situación y acosamos a su hijo a ver qué tal le sienta a usted. Entonces, a buen seguro, que el cuento cambia de final y ya no le parecería tan feliz el mundo en el que viven. Pero, de otro lado, y con muchísima gravedad es que el centro escolar (sea colegio o instituto) se muestre incapaz de establecer medidas preventivas y/o correctoras además de no dar señales de vida tras el asalto. Da la sensación que en esta sociedad se ha instalado la cultura de la impunidad, de la desidia o negligencia, de la impericia, de la cobardía y de la ignorancia más supina.
No es la primera vez que un centro escolar -su equipo de dirección- se inhibe de su responsabilidad ante un acoso escolar con resultado de violencia inmediata y hasta de suicidio en algún caso del ser agredido. Es tremendo lo que el mundo adulto trasladamos en valores con nuestra forma de estar en el mundo, con la manera de intentar solventar las cosas, con los comentarios, con lo que transmitimos desde la publicidad hasta una película pasando por un vídeo juego. Entonces uno se pregunta muchas cosas, sobre todo en materia de valores dentro y fuera del ámbito escolar porque afecta a toda la sociedad ya que aquí hay una comunidad escolar que ya es una microsociedad. Uno solamente constata cuán interiorizada está la violencia como forma estructural de vida donde un informativo diario es el mejor exponente de ello cuando lo que se nos está relatando a la hora de la comida es todo pesar, y puede que hasta calculadamente...
Hay un daño directo provocado a la víctima, no hay una disculpa por parte del centro que niega su responsabilidad de no intervenir acertadamente, tampoco de los progenitores de los asaltantes, y una víctima que con su daño moral y físico a cuestas no quiere ir al centro porque allí seguirán yendo sus verdugos.
La solución no pasa por la represión que a fin de cuentas de poco o nada sirve sino por una firme base educativa en valores, paradoja de la vida que la situación se de en centros escolares cuando, en realidad, debieran ser lugar de encuentro en la diversidad, encuentros de paz, de diálogo. Poner un cartelito en el centro que diga espacio de paz no es suficiente. Hay que ir más allá siempre previniendo, y hay experiencias positivas de las que debieran aprender algunos centros. 
Y no debiéramos rasgarnos ninguna vestidura, cual hipócritas, cuando salta una noticia sobre violencia infantil porque somos el mundo adulto quienes la propiciamos, alimentamos con nuestra forma de estar en el mundo, Y simplemente recogemos aquello que sembramos y de las tormentas vienen lodos...

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