PARASITISMO EMOCIONAL



Sin importar de qué tipo de relación estemos hablando, la relación personal basada en el beneficio existe. Esa que usa a una persona para lograr su fin particular apelando a una mal llamada amistad. Y aquí hay dos partes, la que usa y la usada. Ambas se equivocan cuando mantienen ese tipo de relación ya sea consciente o inconscientemente. 
Ocurre en parejas que no se aman pero que "se quieren", ocurre en esas amistades circunstanciales surgidas quizá al calor de un proyecto, una idea, una acción... Ocurre en una vecindad y como no podría ser de otra manera también en este mundo cada vez más idiotizado de lo virtual donde la gente te condena a la hoguera y te repudia si no estás en su dinámica de redes sociales porque les dejas sin argumentos de comunicación falaz, engañosa, que les produce un vacío comunicativo. Si yo me salgo de un círculo, por ejemplo, constituido alrededor la mensajería instantánea ya hay de la otra parte un argumento menos para no comunicar con verdad directa al corazón por otros medios. Esta es una realidad innegable que ocurre a diario.
Necesitamos llenar nuestras vidas vacías de imágenes, textos inútiles, situaciones ficticias, conversaciones banales porque, en realidad, necesitamos compensar carencias de comunicar con nosotros mismos, con nuestro interior y sus verdades, de compensar desequilibrios emocionales devenidos de frustraciones, de falta de realización personal, que proyectamos en la otra persona. 
Con este patrón cultural creamos pandillas de gente solitaria que no se sostiene en pie, de encuentros de parejas que buscan el amor cuando en realidad no se aman a sí mismas, usamos la buena disposición de otra persona para medrar, trepar, cubrir nuestro hueco del día. Entonces nos convertimos en personas devoradoras de tiempos ajenos, de vampiros psíquicos que necesitamos de la energía ajena para movernos por la vida. Y esto es tan real como que ahora escribo...
Con pararnos un instante y apeláramos a la honestidad nos daríamos cuenta que unas relaciones así son ficticias, parasitarias, tóxicas por demás, incongruentes en definitiva. Pero en lugar de ello preferimos mirar hacia otro lado y mantenerlas promoviendo, por tanto, un estilo de vida basado en la hipocresía. Romper con ello, con ese círculo puede acarrear incomprensión ajena, rechazo, la tan temida soledad para quienes entienden que es algo ignominioso. Romper con ese patrón provoca inestabilidad en el espíritu ajeno, desconcierto, sozobra, porque alguien osa desafiar las leyes de la mala costumbre y entonces te pueden llegar a vilipendiar, tachar de todo pero siempre con falsedades porque sus vidas se han construido justo desde la mentira que viven. 
Es difícil de entender, incluso, para quien pone en práctica el apartarse de esa vorágine sin más pretensión que vivir con más autenticidad su propio sentir y pensar pero no hay otro camino si realmente queremos aportar algo distinto a estos valores de relaciones de papel moneda, de usar y tirar, del todo vale para mi beneficio, donde no hay otro fin que el egoísmo de quien usa pero, también de quien es usado en esa mercantilización afectiva y no hace por salir del parasitismo emocional.

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