PONER DISTANCIA


















Una de las costumbres más extendidas que solemos tener es, justamente, no saber ceder espacio y tiempo cuando hay una disputa. Es una mala costumbre ciertamente que solo alienta el poder del ego tanto propio como ajeno y, con ello, lo único que hacemos crecer es la espiral negativa de reproches, incomprensiones, desazón, malos entendidos, o la indignidad de quien quiere arremeter contra la dignidad de la otra persona. Dicho de otra forma si alguien se empeña en buscar el desencuentro conmigo, mayormente de forma sutil, si su ego le impide serenarse y reflexionar, yo tengo dos opciones externas de cara a la gestión del problema: una la de entrar al trapo en los mismos términos que mi oponente, otra la de pararme y poner distancia sin dramatismo alguno.
Es difícil de comprender quizá que en una sociedad de gallos haya uno que no quiera cacarear y prefiere irse con su canto a otro lado. Entonces te tildarán de todo menos de inteligente y es porque, podría suceder, que lo de la inteligencia emocional no es una asignatura aprobada de momento en la escuela de la vida. Sucede en la familia con tus hijas, en el trabajo, en el vecindario, en el sindicato, en la ONG, en tus relaciones de pareja, con una amistad... Hay momentos en que anteponemos nuestra oscuridad a la luz, la fuerza del ego a la de la sabiduría interna que nos guía adecuadamente, y nos empeñamos en querer llevar la razón con palabras y más palabras, y es entonces cuando debemos recordar que existe lo que se llama cesión de espacio y tiempo para que la otra persona quiera avenirse serenamente al diálogo, a reaccionar por sí misma sin interferencias y salir de su zona oscura. Es el momento del silencio como contraposición al ruido porque en el primero hay más respuestas que en el segundo, porque ahí te vas a encontrar con el orgullo descabalgado y serás cuando tengas que hacer el ejercicio de humildad de reconocer que igual llevas razón pero no te toca a ti imponerla al igual que a la otra persona le toca su ejercicio de humildad de reconocer que se estaba engañando a sí misma, que su ser estaba dividido y muy confuso. Si esta situación la manejamos adecuadamente podremos salvar situaciones engorrosas pero, no nos engañemos, también pueden servir para poner punto y final a una relación personal tóxica en cualquier ámbito pero ahí ya tendríamos que hablar de dependencias, de apegos aun a sabiendas que no nos hacen bien. Y es que en esa distancia reflexiva tendremos, también, que hacer un ejercicio de reconocimiento de cuánto apego tenemos, incluso, a lo que nos daña y seguimos manteniendo por miedo a la pérdida...
Esto no se enseña en los centros educativos, ni casi en las familias, porque parece que ya debemos saberlo. Nada más lejos de la realidad. Saber marcar distancia, dejar tiempo para la reflexión y la serenidad, para que las aguas vuelvan a su cauce natural, también es un aprendizaje que, como casi todo en la vida, vamos suspendiendo y con mala nota.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA VIDA ES UN TANGO

FOLLAR MÁS, JODER MENOS

CUANDO ALGO MUERE ALGO NACE