LA LEY DEL CAMINO


Es la ley de la vida y, por tanto, el movimiento tanto visible como invisible, lo que permanece y lo que pasa, el fondo y la forma. La ley del camino es dar forma a lo que no tiene, es reconocerla en lo que es y está, es ir a la esencia, a la raíz del árbol de las situaciones. Pero el camino no se mide, es inabarcable, misterioso, porque es todo y nada, va y viene y no puede describirse porque la vida es un instante, un ratico al decir de la canción y en ese instante sucede cualquier cosa que hace que nada sea igual a como antes.
El caminante está pero la ley del camino dice que no basta con estar sino hay que saber estar. El caminante es pero la ley dice que ha de saber ser. Cada cual es aquello para lo que vino al camino, a la vida, con una meta pero en esa dialéctica de la vida nos perdemos mirando las hojas de los árboles en lugar de la raíz, no vemos el bosque porque un árbol nos impide ver con amplitud pero es porque nuestra posición respecto al horizonte no es la adecuada. Bastaría con cambiar nuestra posición para contemplar la magnitud del bosque. Pero aun así no bastaría tampoco para contemplar el bosque si no comprendemos dónde está su fuerza.
Como peregrinos de la vida no siempre estaremos en el mismo lugar ni con la misma gente, no siempre pisamos el mismo suelo ni cruzamos el mismo río porque debiéramos recordar que todo fluye y así es como no siempre el viento es el mismo, ni hoy amanece a la misma hora que dentro de unos días.
La fuerza del bosque no la entendemos porque solo miramos su apariencia. Vemos grandes árboles, enormes plantas, frondosa vegetación pero si nos paramos a reflexionar sabríamos que el poder de lo grande del bosque está en lo pequeño (semilla) y que, por tanto, la soberbia no es la mejor forma de hacer entender nuestra presencia ni esencia. De ahí la importancia de una actitud de humildad en la vida. Si olvidamos nuestro punto de partida, de dónde venimos entonces no sabremos hacia dónde dirigirnos y es que la ley del camino también nos indica que perder el horizonte es perder el sentido de nuestra vida, errar en el camino porque un peregrino debe saber siempre hacia dónde ir. Es entonces cuando va comprendiendo que lo importante no es que hayas tardado un poco más sino que has llegado a ese punto en el que dejarás tu legado para que otro ser igual que tú recoja el testigo. Pero habrás tenido que respetar el mismo camino, ir ligero de equipaje, haber sentido la vida como una experiencia de aprendizaje compartido en cuya trayectoria no siempre encontrarás al momento aquello que buscabas porque las búsquedas pueden durar años.
Cuando el caminante sabe de su fuerza entonces será como el junco que se inclina ante el viento, como el agua venciendo a la roca, como la tierra acogiendo semilla para dar frutos, y como el fuego dando calor y luz pero, para ello, no podrá dejar que la llama de la esperanza se apague porque entonces el camino perdió su sentido...

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