PRÓXIMA PARADA, FELICIDAD



Hace doce años emprendí un viaje sin retorno en busca de nuevos horizontes de conciencia, en busca de nuevas metas y retos personales. Acepté el desafío de la maestra vida y eso se hace como cuando acudes a una cita de amor a ciegas. No sabes lo que te deparará pero la gran maestra te dice tienes que despojarte de todo el ropaje que llevas encima acumulado de estos años. Ropaje de desesperanza, de falta de autoestima, de dudas, vacilaciones, incongruencias. El ropaje de unos patrones aprendidos y heredados que solo lastran tu verdadero ser, quien realmente eres. Pero eso, también, tiene un precio de sacrificio, abnegación, reconocimientos pero, sobre todo, mucha soledad porque estos trayectos no pueden andarse más que en el desierto existencial donde las noches son eternas y oscuras pero es ahí donde puedes contemplar la luz de tu estrella que te guía si eres capaz de dejarte llevar por ella. Esa estrella que te conducirá hasta un lugar marcado por una nueva existencia en el que nadie te conoce ni tiene referencia de ti, ese en el que tu alma se fundirá en un abrazo de bienvenida y dejará atrás las negaciones persistentes.
La vida te enseña a ser fuerte desde la negación y no desde la complacencia y, por ello, para que tú transmitas debes experimentar porque la teoría no sirve absolutamente de nada. La vida no son formulaciones teóricas y apriorísticas sino realizaciones concretas y experimentales. Ahí habrás aprendido a manejarte sin comodidades, a tener que tragarte el orgullo, a aceptar la contrariedad, a sentirte abandonado, a saborear la escasa comida que tenías y dar gracias por ello, a mantener la paz interna ante la convulsión del momento, a decir no cuando es no, a poner límites cuando tu dignidad podía verse amenazada. 
Aceptar ese desafío a ciegas es entregarse a las manos de la Sabiduría que te ayudará a desprenderte de los miedos pero, ante todo, habrá cultivado valores personales reales y así humanizado algo más tu existencia de horizonte perdido y errática. Ese trayecto emprendido ha estado salpicado de grandes momentos a la par de ninguno, de luz y total oscuridad. Digamos que es un trayecto de nacimiento y muerte que da paso a otro de resurrección vital, de optimismo, de tener la conciencia de ser y saber ser. Pero, además,con la perspectiva clara que nada está hecho de antemano, que todo se va construyendo desde el poder intenso del momento porque la vida es un instante. Con esa conciencia de peregrino, de nómada, sabes que simplemente cubres un trayecto pero que es el que te llevará a realizar un sueño, a sentir que es posible y ayudar a que otras personas puedan realizar el suyo. La próxima parada es felicidad consciente donde habrá mucho de lo que antes no tuve...

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