LA CUENTA ATRÁS



En todo camino que se emprende hay una cuenta atrás que anuncia el fin de una etapa o ciclo y el comienzo de otro distinto, nuevo y que, a su vez, va a suponer una renovación o giro en la vida prácticamente de otros 180º sobre lo que ya se venía viviendo.
Un giro así y consciente ha de asumirse plenamente, con integridad y espíritu de superación, aceptando el momento con su luz y sombra, porque lo que dejas atrás es una forma de vida que hay que transformar, y muchas vivencias pegadas en la tierra que te vio nacer para lanzarte no a la conquista de ningún “dorado” pero sí a la de uno mismo, la mejor de todas. La conquista personal te vuelve invencible aunque te digan fracasado, aunque no entiendan por qué haces lo que haces y quieran encontrar respuestas racionales donde la racionalidad debe estar ausente. El miedo, al igual que el valor, es irracional y para entenderlo hay que ir a sus causas, al origen, a lo que motiva o limita por igual pero sin disfrazarlas o camuflarlas con excusas banales y carentes de fundamento.
Si quieres tomar algo de la vida tienes que darlo, dar de ti aquello que quieres ver transformarse y quizá hasta haya que ofrecer el miedo como ofrenda para sacrificarlo en el altar de la verdad recóndita que navega en las profundidades del océano vital. Es un principio de alquimia transmutar la polaridad de una situación y esa es la cuestión esencial. Hay que dejar atrás lo que no sirve, de lado lo que perjudica, atreverse a mirar al horizonte aunque no veas nada más que arena del desierto pero sabes que al final, después de ello, verás la orilla, olerás a mar y podrás mojarte.
El desierto de las dificultades, de las controversias, de las noches al raso sin techo ni cobijo, también tuvo sus momentos de inspiración y enseñanza pero, ante todo, uno ha de ser consciente que el llegar a la orilla no significa más que el comienzo de otra situación, otro trecho de un camino que no para ahí y que, por tanto, no puedes dormirte para morir en esa orilla anhelada cual tierra de promisión. Hay que evolucionar en lo cotidiano y saber, también, caminar por las aguas sobre todo cuando vengan bravas. No podemos huir de ellas o evitarlas aunque sí podremos no lanzarnos en días revueltos. El camino de la reflexión serena siempre es el indicado para que sea cual sea el trecho a recorrer lo podamos hacer con la mejor garantía de hacerlo bien. Pero para ello hay que intentarlo y no quedarse en la pura intención y en la autocompasión que te lleva como bucle a no poder salir cuando a lo mejor el problema de fondo es no querer salir porque también ahí nos acomodamos.
Nadie dijo que fuera fácil al transitar por la vida sobre todo porque no nos dan un manual y mucho menos un pan bajo el brazo. Simplemente hay que tomar decisiones firmes que unas veces cuestan más que otras pero que sintonicen con la verdad más profunda sin esperar que te entiendan o siquiera que te acompañen. En definitiva es el camino personal que se hace solitario y en ocasiones sin retorno para que el que, también, hay una cuenta atrás al igual que comenzó la de otoño con la entrada del verano...

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