UN TIEMPO NUEVO
Un tiempo nuevo requiere
de renuncias, aunque sean temporales, de superación de obstáculos, de confianza
en ti aun sin excesos, de abandonarte a la vida porque ella te conduce con la
mano de la Sabiduría.
El tiempo nuevo requiere
de otra visión, mayor compromiso, adaptación y flexibilidad para lo que es y lo
que permanece junto a lo que haya de venir. Y ese tiempo distinto de entrada te
ofrece la magia de la naturaleza en estado puro, oxígeno, carencia de ruidos
con un silencio en el que los pájaros cantan bajito para no romper la armonía
del espacio. Quizá sea un silencio que ensordezca a quienes su cotidianidad está
llena de trajín y mucho ruido siendo el interno el más peligroso porque es el
que te inquieta, no te deja pensar o meditar, el que te despierta y se solapa
entre televisión, radio, internet etc. Aquí, en estos momentos, he renunciado a
tener televisión, la conexión a la red es para mantener un poco los pies en la
tierra y de poca duración para no consumir los datos de la tarjeta prepago, el
ejercicio físico a primera hora recién levantado después de un rato de
meditación zen sobre la que me quiero aplicar de manera firme y constante. Si
quieres hacer algo has de practicarlo para poder transmitirlo con posterioridad.
Pocas palabras, mucho silencio, pocas imágenes y luces que, igualmente, puedan
entorpecer mi visión nocturna en un cielo limpio de contaminación para observar
alguna que otra estrella y constelación aunque a ciertas horas la mejor
constelación quizá la vea en sueños porque al día siguiente el despertador toca
de forma disciplinada para recordarme que un día se construye con esfuerzo
sobre todo para el nuevo tiempo que acaba de nacer hace tres días de forma
material como otra cuenta atrás más camino de la autorrealización que todo ser
humano debe buscar y llegar a ella a sabiendas que ese camino, siendo recto, no
es el más corto. Nunca lo fue para nadie porque es un camino sin atajos pero
con vericuetos.
Hay que despojarse de
mucha cáscara para mostrarse fruto, hay que dejar ropaje de una vestimenta que
solamente es un disfraz de nuestra verdadera naturaleza. Debemos dejar de ser
quienes aparentamos para ser quienes somos en realidad aunque nos choque.
Solamente la Madre Tierra y el Padre Cielo, según la tradición taoísta, sabe
cuál es nuestro destino final y nos da señales que, en ocasiones, pueden
inquietarnos pero que nos van mostrando la luz de ese sendero. En las noches
brillan las estrellas, en los días claro el Sol se impone, en los días grises
no lo vemos pero sabemos que está y nos guía la certeza. La Tierra nos acoge y
alimenta, el Sol nos ilumina y calienta para derretir el duro corazón y el frío
hielo de la ignorancia…
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