CUANDO NACE EL DÍA



La vida está llena de metáforas existenciales, de situaciones donde aplicar el ritmo  natural de las cosas como, en la reflexión, un amanecer.
Hacía tiempo que mi ser no respiraba tanto oxígeno de la mejor calidad a casi 1.000 metros de altitud. He tenido carencia de mar, de acuerdo. Pero en la vida todo no se puede tener ni pretender y esa lección debemos interiorizarla, sobre todo quienes viven en la permanente discordia con la vida. Adaptarse es fundamental si no quieres sucumbir y ese es el principio de la supervivencia. Y ello, a su vez, te lleva a ver el lado bueno de una situación aunque te duela la cintura de dormir mal porque te alquilan una porquería de piso con un mal colchón. Pero sabes que es una situación  pasajera porque tu destino inmediato y aposento definitivo está en ciernes, a escasos días ya de ver amanecer en otra localidad aunque el cielo con sus lunas sea el mismo.
Pero he aquí donde he sacado el lado bueno a la situación de aridez que te da el interior donde apenas hay vestigios de agua por escasa en el entorno, y ha sido haberme levantado antes de amanecer casi todo este período de verano, respirado aire limpio de transparencia espiritual, donde he visto cómo despuntaba el alba y me acordaba de agradecer el momento porque nunca sabes de forma certera que ello vaya a ocurrir así. El alba y el ocaso tienen la magia del Sol naciente o de levante y de ocaso o poniente en un ciclo eterno de vida que nace, crece, mengua, muere y resucita porque es el ciclo de la vida.
Y en ese ciclo uno se ve inmerso en un proceso personal que está entre la resurrección vital y el nuevo amanecer, en ese despuntar del día cuyo período –ahora sí- estoy confiado durará hasta el fin de mis días puesto que yo ya conocí la mengua y la muerte de lo viejo que dio paso a lo nuevo, no sin desesperación porque soy humano, no sin desesperanza también que no pudo conmigo, no sin la incomprensión que tampoco ha podido ni podrá. Porque, en definitiva, uno se hace según su actitud y ahora toca ir transmitiendo todo el potencial que la naturaleza me dio, todo el talento del que soy capaz desarrollar no para mi uso exclusivo sino para devolver a la vida lo que me dio en forma de proyectos que enaltezcan la naturaleza humana y que, a buen seguro, me dará la felicidad que no tuve antes.

Tocan nuevos retos, desafíos, superación de obstáculos, que suponen un nuevo ciclo en tu vida asumido con todas las consecuencias, abrazando el destino para darle la bienvenida porque me estaba esperando pero yo no lo veía porque hacía mucho que mi amanecer se convirtió en noche oscura, la del alma rota pero que ahora emerge siguiendo la estela de la vida porque aún queda mucho fuego creador en mí hasta que me llegue el ocaso y entonces ya no habrá más que una realidad vivida, ya no habrá lugar a más promesas ni falsas creencias, ni expectativas o apegos. Entonces ya se habrá consumado el ciclo total y quién sabe si, al igual que una estrella, la muerte da paso a otra vida renovada, a otra estrella que aprendió a brillar por sí misma sin depender del brillo ajeno…

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