EL TREN (DEFINITIVO) DE TU VIDA
Durante
el trayecto existencial podremos haber dicho en alguna ocasión hay un tren que
pasa y debemos cogerlo. En dicho trayecto, y en varias ocasiones, nos quedamos
dormidos en la estación esperando que pase “el tren” y cuando pasa, sin hacer
ruido, resulta que lo perdíamos o, también, cogíamos el equivocado intentando
tomar atajos que resultaban ser todo un fiasco. Nos agarrábamos a cualquier
asidero del primer tren que pasaba creyendo que nos salvaría de esa vida tan
desastrosa que llevábamos en varios sentidos, uno de ellos el de la
insatisfacción, sin tener en cuenta que la insatisfacción hace que ni hasta el
tren correcto te lo parezca.
Pero
los años pasaban y los miedos, la quimera de la seguridad, las dudas, iban
corroyendo el espíritu hasta excavar un pozo profundo por donde se filtraba
cualquier intento de hacer lo correcto. El pozo de la ceguera, de la
ignorancia, en el que nos sumía el espíritu discordante interno, parecía no
tener fin porque cualquier intento era aparentemente baldío. Resulta que al
venir a la vida el manual del superviviente no nos lo dan sino que al contrario
nos van envolviendo en un manto de conservadurismo, de esto no porque, esto
otro para qué, a dónde vas a ir tú solo, pero qué te has creído con tus ideas o
visión, eres un loco temerario… Si el tren había pasado ni te habías enterado
por tanto ruido externo e interno cuyas voces solo sonaban a amenazas o a
jarros de agua fría hasta que se lograba dormir el sueño como el imposible.
Pero la vida, cual gran maestra, resulta que tiene otros planes diferentes y se
pone manos a la obra.
Esa
caja de seguridad que tú te habías construido -alrededor de un modelo de vida
fabricado a la medida o amoldado a ella-
se desmorona cuando la conciencia se despierta, cuando la vida te insufla
hálito y tu corazón comienza a palpitar haciendo que un pensamiento se fuera
convirtiendo algo más de realidad porque se estaban abriendo las puertas que,
por otro lado, aún había que traspasar. Ese modelo de vida presuntamente seguro
se desmorona poco a poco como un castillo de naipes y tú sí que eres consciente
ya de lo que está sucediendo sin llegar a comprender el alcance de lo que va a
suceder diez años más tarde cuando decidiste comenzar -por aquel entonces- a
dar pasos en firme abandonando antiguas ideas, aprovechando la dificultad en
herramienta de progreso personal, en dejar atrás viejos hábitos poco saludables
de vida, en atravesar las líneas de fuego trazadas por tus contrincantes con tu
dignidad. Y entonces comenzaste a recordar quién eras aunque, eso sí, muy
levemente por las enormes capas de pintura que lleva nuestro edificio. Pero el
reto iba creciendo a la par que la dificultad y si caías, aun con lágrimas en
el alma, te levantabas y seguías maltrecho pero no porque la vida te maltratara
sino porque el entrenamiento es así sobre todo por nuestras actitudes de
ceguera. Y hasta que no cae el último velo entonces no vislumbras la naturaleza
de las cosas pero aun así todavía no había terminado esa fase que tú creías
alegremente haber superado. Y entonces mides mal los movimientos y vuelta a
caer con un estrepitoso golpe que te deja maltrecho en tu orgullo. Y eso pasa
cuando uno quiere correr más que el viento. Y entonces la vida te muestra que
aún no había pasado ese tren que tú creías lanzándote a otro. Pero como las
pruebas se siguen sucediendo entonces se te presentan aparentes oportunidades
disfrazadas de proyectos quiméricos pero que no eran los tuyos, los creados
desde ti sino los ajenos. Y, claro está, como la necesidad aprieta entonces
sigues ahí al frente de algo que tampoco ves claro y comienzas, nuevamente, a
espabilar y a seguir profundizando en el camino propio. Pero cuando creías que
ya te estabas superando, y van unas pocas, viene la vida y te dice que nada de
eso. Que en el espíritu siempre se
está al comienzo, y entonces aprendí que siempre estoy aprendiendo pero me
empuja a seguir para progresar, a no desfallecer. Y llega la desesperanza
cuando decides dar más pasos y en medio solo te encuentras negaciones de todo
tipo, controversias propias y ajenas, un pasado que arrastras y no terminas de
ponerte en paz con él y todo lo que dabas por seguro es desafiado y derrumbado.
El tren no pasa, la estación estaba vacía casi vacía donde solo anidaba cada
vez más tu esperanza. Pregunto a la vida que qué estaba pasando y la respuesta
fue una noche oscura donde casi la única luz con la que podía contar era la de
una vela si me llegaban a cortar el suministro eléctrico. La estación estaba
desintegrándose para construir otra que albergara otros trenes quizá más
veloces, capaces de superar barreras y límites, porque el tren que tenía que
llegar necesitaba otro modelo de estación para poder parar. El modelo de una
vida anterior estaba obsoleto y de ahí las demoras aunque yo no entendía nada y
todo era oscuro sin ni siquiera el menor afecto alrededor más que el mío propio
para poder hacer crecer en mí mi propia autoestima y confianza ciega en mis
capacidades capaces de superar todas las barreras.
Sin
yo saberlo me estaba entregando las llaves de la estación porque yo era el dueño de ella pero mi empeño
había sido otro aunque, eso sí, la estación no es para tenerla cerrada sino
abierta y atento siempre a que puede haber cambios, modificaciones de planes.
No puedes dormirte ahora esperando el tren aunque sepas que está llegando y
permitirte dar una cabezada pequeña, porque la condición es justamente la de no
quedarte dormido en una aparente comodidad que no existe. Por cierto el tren
está asomando y anuncia su llegada mañana en el que me subo intuyendo hacia
dónde me llevará pero casi con la única certeza de saber que este sí es el
definitivo y último en vida que conduce a la libertad, por lo que cualquier
tiempo del que disponga no podrá ser dilapidado en amargarme la existencia, en
perder la paz interna más que lo mínimo como humano, en no ser honesto conmigo
mismo, en no ser consecuente… El tiempo del que dispongo ya no será tan largo
como antes por razones de edad pero puede que la intensidad con la que viaje en
este tren no la haya conocido anteriormente sobre todo si aprendí lecciones,
siendo la principal que siempre estaré al inicio para continuar hasta la meta
final. Y entonces ya no pasarán más trenes que los del silencio…
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