APRENDER A ENSEÑAR



Una premisa básica, imprescindible diría yo, de quienes estamos llamados a testimoniar la vida, transmitir conocimientos vivenciales más que teóricos, es aprender a enseñar. Sin ese grado de apertura mental necesaria, o de humildad, nos alejamos cada vez más del universo de aquellas personas a quienes pretendemos transmitir algo por poco que sea.
Un caso concreto es la materia coco, odiada por infinidad de menores escolarizados, llamada matemáticas que, curiosamente, su etimología nos lleva al significado de "conocimiento". 
Explicarlas a alguien con la autoestima por los suelos, con un concepto de sí bajo cuanto menos de torpe, queriendo teorizar, cargar de memorizaciones sus formulaciones y desposeerlas de las experiencias vitales es -a mi entender una aberración intelectual sobre todo cuando queremos anular el poder intuitivo de un escolar desde el más puro racionalismo añejo por demás.
Esta materia curricular tan odiada debería ser transmitida de una forma dinámica, pegada a la propia vida de las personas destinatarias que, recordemos, son menores en formación pero que deben aprender algo tan simple como que el significado trascendente del número CERO es la anulación de un número desde sí mismo porque es el encuentro de dos polaridades de una misma realidad. Por ejemplo elegimos el número 2 (como cualquier otro) con polaridad positiva que si la contraponemos con su contraria o negativa nos da cero. Es posible y deseable que las matemáticas cobren un significado vivo, creativo, que fomentase la apertura mental, la flexibilidad a la hora de saber elegir la solución más eficaz, más fácil y no como me he encontrado en algún libro de texto (1º ESO) donde no es de extrañar el atragantamiento producido que lleva, así sin más, a un alejamiento de la curiosidad del conocimiento y, sobre todo, a la ansiedad y la desidia. Ansiedad porque pretendemos que aprueben por encima de todo en lugar de aprender y justo nos olvidamos que lo importante es aprender con unos cimientos sólidos. Pero ¿a quién le importa esto? Así, por ejemplo, nos encontramos con la frustración como la mejor definición que dibuja el panorama en una clase. Frustración de personal docente por el bajo rendimiento, frustración por el alumnado que ve incapaz aprobar (es la palabra) a pesar, dicen, de estudiar y no se si frustración con los progenitores porque sus hijos no aprueban aunque en esta parte de la comunidad escolar habría que darles lo suyo más en esta sociedad "tan avanzada" pero que a tenor de lo visto sabemos menos que hace 2.500-2600 años cuando Pitágoras o Tales de Mileto formulabas sus teorías, o si me apuran hace muchos más años cuando los sumerios calculaban su tráfico de mercancías y la contabilidad aplicando ecuaciones de segundo grado.
Y en este trance es donde yo, modestamente, debo aportar algo a ello porque también fui un niño bloqueado con las matemáticas que se levantó hace unos años cuando mi perspectiva de la vida estaba cambiando. ¿Por qué entonces no favorecer ayudarles a nuestros escolares a modificar su visión de la vida, de las cosas, su actitud alejándolos del resultado para acercarlos en el presente inmediato concentrados para aprender mejor y más rápido? Es lo que yo llamo el yoga de las matemáticas para desesperados en tanto que conocer la vida, tus experiencias, con actitud serena, consciente,meditativa, te dará mayor profundidad y hará que la sabiduría emerja de forma más fluida. Es posible y deseable y este es el reto más inmediato bajo la premisa de atender a un grupo muy reducido. El resultado ya se verá en todas sus vertientes pero esa es otra historia porque lo importante en mí será transmitir lo que sé al igual que en los escolares aprender en lugar de pensar en un aprobado para salir del paso.

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