ALERGIAS Y EMOCIONES (MEMORIA DE UN ALÉRGICO)





Hablo  en primera persona porque un buen día se me “apareció” una alergia "ambiental", virulenta donde las hubiera.
Alergia a un tipo de polen que unas veces identificaba con la jacaranda, otras con olivos, otras con algún tipo de planta de jardín o parque pero, en definitiva, comenzaron los problemas respiratorios (entonces en 2006 fumaba), los ojos enrojecidos, la mucosidad y los estornudos a raudales… Era de todo menos una oda a la alegría. Así estuve navegando por la vida, con brotes exagerados en determinados momentos en los que la lluvia o el Sol podían –además- darle un toque de más distinción a la situación, entre 2006 y 2016 prácticamente con altibajos según la temporada. Más virulenta, incluso, cuando dejé de fumar a partir de 2007.
Pero lo realmente difícil era detectar el origen de la situación, el momento en el que se producía ese punto de inflexión porque yo antes no mantuve ningún conflicto con el entorno. Estar en el campo siempre me gustó y, sin embargo, en este período se me podía hacer un auténtico calvario. Me preguntaba qué pasaba pero no encontraba las respuestas. Determiné que si la situación era ambiental por la cantidad de mierda que respiramos la cosa no iba a tener mucho arreglo que digamos más que, de vez en cuando, una ingesta de choque en forma de comprimidos aunque fueran homeopáticos.
La práctica del autocontrol iba creciendo como si de una prueba de paciencia se tratase. Infusiones de regaliz, eucalipto, vapores, humedecer las mucosas, mantener el ánimo más sereno y procurar sonreírle a la vida eran algunas de las recetas propias que yo me aplicaba además de practicar ejercicio y meditación. Cualquier cosa menos ir a un médico que no me mirase a la cara y me preguntase ¿qué le pasó realmente en su vida para llegar hasta aquí? O sea, interesarse por tu alma, esencia invisible afectada por emociones negativas. Y la intuición me funcionaba porque cuando salía de la ciudad en buena sintonía emocional y ponía las narices en otros lugares apenas tenía problema que asomara. Durante una década o casi he ido sometiéndome a mi propio estudio, a relacionar mi vida con la situación, mis emociones con la intolerancia o reacción de resistencia que supone tener una alergia. Porque, si no lo saben, alergia =intolerancia = resistencia. Pero la pregunta iba creciendo ¿cuál o cuáles fueron los detonantes? Intenté asociar el momento, retrocedía en el tiempo para intentar comprender y, de paso, reconciliarme con la situación. Y ¡por fin!, di con la respuesta. Me costó llegar pero el autoanálisis me daba resultado y la paz me trajo el resultado y así, en 2015, vi claro los orígenes.
Año 2004: en mayo comunico a mi cónyuge que me separo. Fue una decisión a la que tardé en llegar, me resistía.
Año 2005: mayo me trae, nuevamente, otro proceso convulso. Comienza una cacería en forma de acoso laboral contra mi persona que me sacudí con más valentía de la que hubiera imaginado durante 18 meses. No doblegaron mi moral y me hicieron más fuerte.
Dos años, dos meses de mayo marcaron un después y no era casualidad porque –primero- la casualidad no existe, segundo porque los brotes siguientes me daban virulentos en pleno mes de mayo que me duraba hasta primeros de julio, a menos que saliera de la ciudad, iba a otra más contaminada con una gran concentración de polen en sus jardines y, sin embargo, ni molestias. Tardé diez  años en dar con las razones, en encontrar la explicación y, gracias a ello, comencé la mejoría que –a día de hoy- se ha mantenido y se mantendrá (eso espero) en otra ciudad aunque las cosas no me pinten como yo quisiera. Pero la historia es otra y mi vida está renovada.
Con esto quiero decir que cualquier situación convulsa debiéramos analizarla a la luz de las emociones para descartarlas, para reafirmarnos en ellas o para establecer una conexión de doble dirección entre situación-emoción-situación. Pero en estos momentos de primavera se nos venden muchos productos para las alergias pero ninguno para que cuides las emociones. Y en este caso esto es lo que a mí me ha llevado para establecer mi método de trabajo interno para que las detectes, las afrontes y ahí comiences a que la sanación sea una realidad más cercana sin que ello, obviamente, suponga abandonar un tratamiento comenzado. Pero es bueno saber que las emociones existen, que el cerebro las registra, que luego se manifiestan y que identificarlas debiera ser una obligación sanitaria. Pero hasta entonces identifica tú las tuyas y notarás la mejoría si, realmente, te comprometes con tu propia salud y no la delegas en nadie como responsabilidad que te corresponde. Por lo demás ¡FELIZ PRIMAVERA!         

https://sites.google.com/view/actividadesescuela/pagina-principal/metodoarcoiris

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA VIDA ES UN TANGO

CUANDO ALGO MUERE ALGO NACE

FOLLAR MÁS, JODER MENOS