EL OMBLIGO DEL MUNDO
En
ocasiones habremos dicho u oído la expresión “te crees el ombligo del mundo”,
resaltando en este apéndice prescindible una importancia que no tiene. Justo
puede que ese sea, realmente, dicho sentido.
Yo no
sé si el mundo, como lo concebimos, tendrá ombligo pero lo que sí sé es que
la expresión es una metáfora de quienes,
en momento alguno, pueden creerse imprescindibles, de quienes entienden que sus
desgracias o situaciones contradictorias son las peores que pueden ocurrir, de
quienes solo hablan de sí como centro de cualquier reunión, de quienes se
consideran siempre víctimas de algo o alguien.
De la
victimización, de sentirnos ombligo quizá rara vez no hayamos incurrido para
captar la atención de alguien de nuestro entorno y ya desde la infancia.
Nuestra falta de seguridad y confianza nos da ese estilo de decirle al mundo
algo. Pero si esa actitud no se corrige con el paso de las estaciones de
nuestra vida estamos abocados a darle un sentido al ombligo aún más nefasto
todavía. Sería el de ojo que todo lo ve, como un gran hermano desde el que
contemplamos la vida.
El
ombligo se convierte en ojo cuando nuestra visión de la vida es egocéntrica
pasando por el tamiz de la subjetividad más absoluta donde la empatía pasaría a
un segundo plano. Todo aquello que mi ombligo como ojo no vea no existirá para
mí pero, además, será difícil que sea una verdad para los demás. Entonces
pondré en marcha todos los mecanismos para que mi tercer ojo, situado en el
ombligo, sea motivo de consideración, casi de veneración porque él es un
oráculo con lo que pasaríamos de un estado de egocentrismo a otro de casi
egolatría.
Estos
comportamientos no son difíciles de detectar aunque puede que no seamos capaces
de prescindir de esas personas por tóxicas aun desde la comprensión, porque ese
ombligo puede estar situado en supuestas parejas, amistades, familiares
directos o indirectos, tu jefe o jefa… Cuando piensan, hablan o, incluso,
sienten puede que sea su visión de ombligo la que estemos percibiendo pero,
entonces, la pregunta que debiéramos hacernos es qué se suele hacer con un
apéndice inservible para nuestras vidas y en muchos de los casos prescindir de
él es lo más recomendable. Y eso implica, también, prescindir del nuestro, o
sea de nuestra visión y actitud en la que si no somos el centro no somos casi
nadie o casi nada…
Antes
de cerrar quizá una última consideración: deja de mirártelo porque te estás
impidiendo mirar hacia delante que es donde puedes encontrar tu destino, el
horizonte de tu vida.
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