LA LUZ DE LA CONCIENCIA





Mantener una conciencia lúcida o de luz significa claridad mental, buena dirección en el camino, buen discernimiento para distinguir lo que es o no correcto y aplicarlo en la vida.
La conciencia lúcida no hace que puedas evitar situaciones convulsas profundas que provocan estado de caos y destrucción (en el tarot es La Torre) pero sí que la actitud sea positiva, no catastrofista, entregada a la Sabiduría, no esclava de las emociones del momento. Esa conciencia hace que veas la luz entre las tinieblas, que seas capaz de encontrar un alfiler en un pajar porque tus ojos más poderosos no son aquellos que te condicionan la realidad visible sino los que alcanzan a ver más allá de las apariencias, los que se conectan con el corazón para oír el pulso de la vida.
Hay momentos en los que uno puede naufragar porque un golpe de mar se llevó tu embarcación pero eso no impide que, como naufrago, no seas capaz de comerte las raíces que encuentres a tu paso. Las raíces o frutos que antes detestabas quizá, siendo el orgullo, la vanidad, la duda, la vacilación, los temores, todos ellos los que al tragarlos te conceden la fortaleza.
La conciencia de luz hace que las piedras en tu camino las conviertas en murallas de castillo, que las indiferencias ajenas sean tu liberación pues prescindes de aquello que está caduco o muerto y lo que entiendes que son pérdidas en realidad son beneficios. Qué alegría cuando alguien deja de saludarte o cree engañarte en medio de la tormenta porque, en realidad, te está haciendo el favor de salir de tu vida. La conciencia lúcida es capaz de ver esa luz en la tormenta porque hasta la propia tormenta le sirve para alumbrarse en la noche más oscura. Pero esta conciencia no viene sola al mundo, hay que trabajarla para impedir, entre otras cuestiones, que caigas en una profunda depresión, en un vórtice negativo de emociones desbordadas o sin control que te sumen en una oscura fosa de la que crees no puedes salir. Entonces surge esa luz, si tienes apertura mental, para saber navegar hacia lo desconocido sin otra brújula que tu reflexión, meditación, no acción, siguiendo un Tao o camino de esperanza.
La vida te compensa con la gente que merece la pena, que confía en ti porque ve que tú confías en ti también, que sabe que tú estás ahí igualmente como luz de sus noches. Es el juego misterioso de la vida que en tu aparente deriva solamente te está ayudando a liberarte de viejos patrones, de lo que no es conveniente para tu vida para que no te apegues a ello. Te está ayudando, paradójicamente, a evolucionar y crecer interiormente para que cumplas la misión para la cual viniste al mundo. No es un trabajo cualquiera evolucionar como especie, es simplemente el trabajo para dejar un legado de evolución de la conciencia que hay que propiciarlo desde la armonía o unidad interna de opuestos. Esto es haciendo que aquello que piensas, sientes y dices vayan a una en su consecuencia sin importar qué dirán de ti, si eres un fracaso o no porque, en realidad, fracaso es un concepto subjetivo de resultado ya que el peor fracaso, como ser humano, es no intentar siquiera tener esa conciencia de luz que te haga ser mejor persona, que te haga –en definitiva- ser más feliz aunque solamente cuentes con pocos medios o gente a tu alrededor, porque la gente tampoco se mide por la cantidad a tu alrededor sino por la calidad de quienes te rodean o lo hicieron en su momento.
Los caminos se separan y se vuelven a unir, la vida es un renacer de oportunidades porque es una escuela de aprendizaje y nos espera para que prosigamos el sendero emprendido sin abandonarlo y mucho menos desde la autocompasión cuando te llueve la contrariedad. Y esto es una cuestión de transmitir en nuestros hogares, en las aulas, en lugar de tanto Máster que, en ocasiones, no llega a encontrarse siquiera. Porque la luz de la conciencia, ya saben, también nos hace distinguir la humildad de la soberbia propia o ajena.

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