ANSIEDAD, LA SEÑORA DEL TIEMPO





La ansiedad es un estado de ánimo o disposición en donde predomina el sentido de anticipación. O sea un auténtico ejercicio mental de control y dominio sobre algo que aún no ha ocurrido pero nuestro (pobre) entender nos dicta que puede ocurrir. Puede es una expresión que indica posibilidad que sí o que no. Pero aun habiendo certeza que va a ocurrir irremediablemente “eso” tan nefasto que no queremos que ocurra tendríamos que preguntarnos por qué nos ansiamos, azoramos o confundimos mentalmente hasta la agitación y conmoción emocional que puede llegar a producir síntomas diversos como alteraciones cardíacas, dolor de tórax, hipoventilación, cuadro asmático, hipertensión arterial, pérdida de sueño etc. Cómo la abordaremos será fundamental para saber, incluso, prevenirla más adelante o para sumirnos en un estado depresivo concomitante con la misma ya que se entra en una espiral de desesperación, falta de fe, pérdida de la autoestima, debilidad interna en general hasta entrar en el suicidio espiritual que es el abandono de las ganas de vivir con emoción, con pasión, con amor a la vida y a ti.
¿Qué ocurre cuando la abordamos soslayando la causa? Generalmente acudimos al ansiolítico sin preguntarnos por qué o para qué de la situación, si es o no un patrón familiar heredado, si está provocada por algún trauma propio no superado que arrastro, si es porque nos abruma una situación laboral etc. Simplemente acudimos al rincón de la casa o a la farmacia y punto. ¡Voilá!, “habemus” solución rápida cortoplacista porque, en realidad, a día de hoy la ansiedad es una patología muy occidental y gran parte de la culpa está en el sistema de vida y en nuestra actitud ante el mismo. Productivismo, inmediatez, competitividad, estrés negativo continuado, sobreesfuerzo… ¿Les suena de algo?
¿Qué ocurre cuando la abordamos valientemente? Nos serenamos, reflexionamos, hacemos meditación, contemplamos un amanecer o un atardecer, nos alegramos el día sin recurrir al tabaco o el alcohol ni tampoco a otras prácticas como comida o compra compulsiva que nos liberen una irreal dosis de dopamina pero, por encima de todo, respiramos profundamente siempre. Pueden desdeñar todo el escrito si quieren pero quédense con este consejo: aprendan a respirar si no saben o respiren conscientemente siempre. Sí, porque en realidad creo que no sabemos respirar bien.
La ansiedad es la señora del tiempo y eso no puede ser. Nuestra alianza con el tiempo está en vivir el momento presente, mirando el futuro con optimismo y valentía pero sin apegos y enterrando el pasado en la medida que nos provoca daño ciertamente casi siempre por una estúpida melancolía. No podemos vivir con el cuello vuelto al ayer ni con anteojos de mañana. Todo en su justa medida será mejor pero, nuevamente lo escribo, respirando pausada, serena y profundamente. Piensen que podemos estar sin comer un día, sin practicar sexo compartido años pero no podemos dejar de respirar más que unos segundos bien controlados para no arriesgarnos a una cianosis.

Por qué agitarnos entonces, por qué atarnos a lo que no llega de manera esclavizante. Quizá porque carecemos de la confianza necesaria en la vida y en su fluir, quizá porque le damos poder a nuestros demonios internos que hasta se nos olvida algo tan elemental como que no somos dueños del tiempo pero sí de nuestra respiración mientras tengamos ese hálito vital. Quizá debiéramos aprender en casa y en el colegio más de la vida y de sus simples mecanismos…



Comentarios

Entradas populares de este blog

LA VIDA ES UN TANGO

FOLLAR MÁS, JODER MENOS

CUANDO ALGO MUERE ALGO NACE