EL ULTIMO DIA QUE VI DE AMANECER



El último día que vi de amanecer estaba con el día marcado en el que se cerraba un ciclo y comenzaba otro, en el que todo lo que habías pensado un tsunami de circunstancias se lo llevaron por delante y que casi te hacen creer que viniste al mundo para fracasar pero ¡ay de quien piense eso!, porque fracaso es no haberlo intentado y abandonar el camino emprendido.
Mis ilusiones están ahora custodiadas dentro de mi alma, mis enseres repartidos y yo acogido en un lugar que nadie sabe cómo es hasta que no vives, del que la gente habla sin saber. Un lugar de paso para un peregrino al que, de momento, el viento le vino de contra y se llevó casi todo lo que quería y deseaba pero no se llevó la paz interna, la serenidad, la visión clara y la seguridad. 
El último día que vi de amanecer sabía que mi destino inmediato estaba fuera de donde moraba pero no sabía dónde ni siquiera el día de antes porque todo sucede en 24 horas. De la mayor oscuridad e incertidumbre hasta una salida para que las estrellas no fueran tu cobijo.
Mis amaneceres son de esperanza y mis proyectos son de esperanza aún en la mayor de las zozobras y oscuridades, en el mayor de los olvidos y disensiones, pero mi unidad interna permanece intacta, mi fortaleza ha crecido porque todas las piedras del camino las convertí en murallas, las nubes de tormenta las aproveché para recoger su agua, y al final los amaneceres siguen sucediéndose.
La vida te puede dar la oportunidad de ver amanecer y debes aprovecharla sobre todo porque no sabes si podrás verlo al día siguiente, si tendrás o no techo, si podrás contarlo. Es así de efímera máxime cuando te sientes despojado de emociones y afectos, cuando la gente cree que salir adelante es una cuestión de buenismo y no de compromiso. Pero acabo de leer una frase de Miguel de Unamuno en la que viene a decir que si tú crees en ti no necesitas que nadie más lo haga. Quizá mi error de antaño fue no creer en mí pero eso hoy se acabó dentro del mayor desastre en el que te quedas asolado pero es que para recomenzar solamente hay que dejar el solar del antiguo edificio. Ya no valen viejos comportamientos, ni personas que no te aportan o te obstruyen o pasan de tu desgracia como quien ve de amanecer creyendo que nunca le lloverá. Ahora tocará otra cosa que la vida aportará pero recordándome que no abandone quien soy, el camino emprendido ni mis sueños por mucho que se lo hayan llevado por delante.
A veces uno se mueve por la solidaridad de otras personas o instituciones, a veces uno se movió desde esa perspectiva también. Nunca dejaré de agradecer a quien me ayudó y devolver el favor que pueda ser devuelto porque siendo la vida una escuela de oportunidades es conveniente no olvidar que cuando amanece es para cualquiera no solamente para uno, que no porque el amanecer sea oscuro no brilla el Sol, que la Luna llena blanquea las noches pero recordando que no siempre es luna llena.
La última que vi de amanecer casi no me acuerdo ya del tono del cielo pero, desde luego, de lo que sí me acuerdo es quién era y quién soy, y que mis rodillas no se van a hincar el suelo más que para dar gracias a la vida y no para claudicar indignamente arrinconándome aunque en los momentos extremos nadie se acuerde de ti y de lo que diste. Ya me da la vida capacidad para sonreír y seguir respirando que no es poco. Mañana, otro amanecer, otro lugar, otras personas, otras circunstancias, el mismo amor por la vida...

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