LA TORRE DEL ORGULLO
El
orgullo, la soberbia, es una de las más emociones o actitudes sutilmente
demoledoras que el ser humano aporta como piedras a su mochila. Es un veneno cuyo antídoto es la humildad que viene desde la aceptación.
El orgullo
impide la propia evolución como especie porque la inteligencia la obnubila con
una actitud de rechazo al cambio entendiendo que su castillo o torre de
seguridad es lo mejor para vivir cómodamente. Pues bien llega la vida y te dice hijo mío ha llegado la hora de remover
tus cimientos, echar abajo tus creencias, destruir tus patrones y aquello que
has considerado como tuyo. Ha llegado la hora de moverte el asiento para que
camines sin silla, de descalzarte para que tus pies vayan desnudos, de tirar
abajo la aparente comodidad si en realidad pretendes avanzar hacia tu meta.
Durante
nuestra existencia construimos castillos, murallas que entendemos son
insalvables, infranqueables y, en consecuencia, nos aislamos de toda aquella
persona que supone una “amenaza” para nuestra seguridad. O sea de la persona
que mira a los ojos y habla al corazón fundamentalmente y te va a cantar las
verdades, de quien te va a poner enfrente de tu propio espejo, de quien siendo
como tú fue abandonando ese camino de falsa protección desde el orgullo y
comprendió que los cambios hay que aceptarlos que, por lo general, vienen
disfrazados de pérdidas, crisis en definitiva que se suceden porque me puse en
mitad del camino y mi actitud obstruía el libre fluir de la vida. Y ahí entra
ella como una espada afilada para cortar lo malo, como fuego para quemar la cizaña,
como viento para llevarse la hojarasca. Si tu orgullo te impide amar ella te
dará a entender qué es el amor, si te impide pedir ayuda te obligará a ello, te
si te impide ver la verdad hará lo propio. Cómo, cuándo, no lo sabes porque el
misterio es silencioso y nada queda por hacer pero cualquier resistencia al
cambio ya es orgullo y ello, habrás de saber, que te llevará donde justamente
no querías porque era ahí donde debías estar desde el principio.
Dejar
pasar las situaciones que dañan para eliminarlas hace que se enquisten y se
agraven, por tanto, en una vorágine de infelicidad. Lo contrario produce
liberación, a veces, sorprendente pero siempre bajo acontecimientos que puede
que no te den tiempo a digerirlos. Acontecimientos que entendemos negativos
pero es que era tal el karma que arrastrabas, que las impurezas dominaban.
Hacer caer
la torre del orgullo es dar paso a una vida de mayor entendimiento, libertad,
esperanza, comprensión que el camino continua a pesar de la caída y que recuerdes
que Babel ya existió como símbolo de soberbia. Hay que dejarla caer o no
levantarla, no oponerse a cambiar nuestros patrones, corregir lo que sea
necesario para rectificar el rumbo, invocar los cambios beneficiosos porque –en
realidad- qué es la vida sino movimiento, cambio, recomenzar, caerse,
levantarse, aprender y más aprender, esfuerzo, toma de decisiones, ver la
verdad y enfrentarla sin pretender enterrarla en un corazón endurecido cada vez
por ese orgullo ciego.
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