LOS HIELOS DE LA IGNOMINIA






En un mundo tan raro y convulso es difícil mantener la sonrisa y la alegría entre manadas de sinvergüenzas, violadores, corruptos, gente sin sensibilidad alguna, ladrones de esperanza, psicópatas... Pero difícil no es imposible y predicar la alegría de hacer comunidad, de solidaridad, si es un reto ha de aceptarse para transformar las cosas y su peculiar orden. Pero para transformar situaciones hemos de cambiar las personas y sus patrones culturales más profundos.
No podemos exigir cambios profundos en una sociedad tan desigual y asimétrica, tan vertical y autoritaria, si esos cambios no llegan a la memoria celular más recóndita de nuestra arquitectura humana. Cambios radicales son deseables y posibles cuando radical procede de raíz, del origen del problema, pero quiénes estamos en disposición a ello es la cuestión nuclear.
La vida son retos, desafíos, obstáculos, en el día a día corriente pero hay algunos retos o desafíos que no nos atrevemos aceptar cuando se trata de modificar nuestro patrón anclado. Para ello, ciertamente, hace falta valentía para reconocerse, capacidad de reacción, trabajo de concienciación, pedagogía individual y colectiva transversal en la que todos aprendemos de cada cual. Pero una pedagogía liberadora que nos saque de la opresión de la ignorancia.
Leer o escuchar sentencias de violación como la reciente de “la manada”, con su voto particular, me produce estupor como ser humano que lleva más de 4 décadas intentando evolucionar, combatiendo mi propia ignorancia y la de los demás, aportando lo que puedo en unas ocasiones y lo que me dejan en otras. Leer cómo se conculcan derechos básicos manipulando información efectuando montajes y falsedades orquestadas, probablemente, de forma arbitraria con un fin espurio, vivir en una sociedad de la autocomplacencia, el miedo a la verdad, me produce hastío que no podrán conmigo.
Seguiré manteniendo, en lo posible, el sentido del humor aunque sea un humor sin aparente sentido, seguiré creyendo en el ser humano mientras sea capaz de creer en mí mismo y en esa gente que, también, combate la ignorancia de quienes se apunten a modas o burbujas de cualquier tipo y enajenen su verdadero sentido de la vida. Me sonroja, avergüenza y me da asco una situación como la que vivimos en que no importa que hagas bien las cosas, me produce náusea que queramos cambiar el estado de cosas cambiando de nombres pero no el fondo de la cuestión.
Me pregunto cuántas manadas de sinvergüenzas más tendremos que padecer para provocar un verdadero cambio de paradigma que vaya a la célula de nuestro comportamiento, cuántos casos más de corrupción para dejar de votar a los mismos o sus monaguillos, cuántas generaciones para que la igualdad deje de ser una reivindicación y sí una realidad. Pero, a día de hoy, manteniendo el status quo con un simple voto no es la solución. La salida es colectiva, transversal, consciente o no será nunca, porque la liberación -aun siendo un proceso de individuación- no puede venir de la mano de ningún iluminado. Hombres y mujeres tenemos una gran tarea por delante, individual y colectiva, para que este mundo deje de polarizarse y sí de complementarse en el reconocimiento de la diferencia en lo igual, del sentido profundo de libertad. Un mundo no se puede construir desde las actuales premisas de injusticia, insensibilidad, desigualdad, individualismo productivista, pensamiento plano, sino desde lo contrario haciendo cada uno lo que le toca hacer con dedicación y amor, con alegría en definitiva aunque se nos congele la sonrisa de vez en cuando por los hielos de la ignominia...

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