EL COMPROMISO



Por el título y la fotografía cualquiera podría pensar que iría a hablar del compromiso ese de dos que dicen amarse. Pues no, mira por dónde, aunque tampoco saldrá bien parado...

El pensamiento me lleva al compromiso con la vida, principio de todo. El compromiso con uno mismo, con su ser interno, para que la sinceridad y la honestidad presidan sus actos, pensamientos y respuestas. O sea que el compromiso nos lleve a ser nosotros mismos y no lo que otras personas quieren o desean que seamos.
El compromiso, en realidad, nos lleva a la pasión de vivir porque nos vincula con algo o alguien de forma libre. Pero ello implica responsabilidad y, a su vez, ello nos lleva a la coherencia entre pensar-decir-sentir-actuar.
No tiene sentido que yo me queje a una Asociación de vecinos, por ejemplo, que en mi calle no hay farolas pero luego no me haga ni socio de la misma para poder hacer piña y reivindicar eso mismo ante quien compete las farolas que es el Ayuntamiento de turno. No. Mi sentido del compromiso no existe desde el momento en que yo enajeno la responsabilidad personal hacia fuera, la delego en una gente que con mejor o peor acierto están ahí. Yo me inhibo, paso de todo pero exijo.

Este es el sentido que inunda a nuestra sociedad en general. Yo le exijo a los demás lo que no soy capaz de hacer yo mismo y el problema, entonces, es que nos tropezamos con un gran problema de liderazgo ético, de consecuencia lógica. Eso es lo que nos ha pasado todos estos años atrás que nos exigían austeridad pero ellos y ellas se forraban hasta la saciedad a costa de los suicidios ajenos, de los desahucios, de los recortes en derechos de cualquier tipo... Pero lo peor es que ese ejemplo luego se expande como una mancha de aceite a los más sutiles estratos de nuestra conciencia, penetrándola y dopándola para convertirnos en un reflejo de esa caterva de sinvergüenzas carentes de moral, de compromiso con la vida.

Así no es fácil seguir escuchando por doquier lo que planteo, exigencia hacia fuera pero nunca hacia mí como si a mí no me tocase una parte de la responsabilidad de lo que pasa. PUES SÍ, te guste o no, hay una parte de responsabilidad en que lo que pasa es por acción u omisión de ti, de mi, de aquél y de aquella. No es una cuestión amorfa sino personalizada.

Cuando no hay sentido del compromiso, de la fidelidad hacia uno mismo, entonces es cuando asoman los temores a dar la cara, el mirar hacia otro lado, el inhibirnos de la acción propia pretendiendo que las cosas cambien sin cambiar yo. Este sentido de las cosas llega, cómo no, al compromiso del que no hablaría porque forma parte del pulso existencial primario. Y aunque parezca mentira hay gente que folla bien cuando no quiere compromiso pero cuando le asoma la decisión..., surgen los bloqueos.

Los bloqueos emocionales son frecuentes en cualquier ámbito de nuestra vida, incluida la cama-el coche-la cocina-la terraza y ya me entienden, cuando hay una desafección con el compromiso, cuando la cosa no va conmigo y yo rehuyo y huyo activamente de vincularme. Porque en realidad ¿qué es un vínculo sino un compromiso? El amor a la vida lo es y cualquier manifestación de amor, con cama o sin ella, es un compromiso. A partir de aquí podemos entendernos mejor a nosotros mismos tanto como el comportamiento ajeno.

       

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