LAS FLORES DE MI JARDIN


Un jardinero que se precie sabrá qué flores puede plantar y cómo cuidarlas posteriormente. Su mano será cuidadosa y respetuosa con cada una porque cada cual es diferente. Ninguna es igual a la otra aun siendo de la misma especie y familia.
El jardinero será fiel a su encomienda y no las echará en olvido sabiendo que, por ese principio diferenciador, unas necesitan más Sol y otras sombra, una más humedad y otras menos pero, en realidad, lo que puede unirlas es que la cizaña hay que apartarla de todas, la mala hierba arrancarla y echarla al fuego porque no sirve para abono. La belleza es un canon subjetivo y cada cual contiene la suya a veces inapreciable para el ojo y sensibilidad humana, por eso no es un elemento que pudiera poner de acuerdo.
Pero puede que el jardinero, en su humanidad, tenga una flor con la que tenga especial devoción y, por tanto, mayor simpatía-empatía con ella como ser vivo. Esa será su especial flor del jardin, la que amará profundamente, su amor no tan secreto para las otras flores. La preferida al igual que uno escoge el amor con quien compartir su vida. Pero con independencia de esa flor central existen otras también que no deben menospreciarse, que deben atenderse porque se mustiarían rápidamente y morirían con rapidez. Esas flores que, asimismo, pueden embellecer el jardín son esas personas que llegan a tu vida, a veces sorpresivamente, y te alegran el duro camino. Te ayudan, se brindan sin que le pidas nada. Quizá no sean delicadas pero la delicadeza no puede perderse, quizá su presencia no corresponda al canon de belleza pero su interior lo alberga simplemente por buen corazón. Esas flores te brindan lo que tienen y eso no es poco ciertamente.
Pero en el jardín, como ya expresé antes, existen las malas hierbas. Las que envenenan, hieren o pinchan, rodean y asfixian a las flores sanas. Esas son la mala compañía que te circunda casi sin que tú la hayas invocado sino que te la encuentras, crecen a tu alrededor. Esas son las personas capaces de dejarte sin agua en el desierto aunque te brindaran ayuda, las que pueden verte naufragar y dejarte abandonado en la isla, las que mienten sobre ti por su ignorancia o su espíritu de manipulación disfrazado, podría ser, por sus miedos y obsesiones. Quienes te ayudaron y tú creíste en su buena voluntad ahora sientes que te abandonan y te arrinconan en el jardín de la vida haciendo que tu presencia no sea, precisamente, un edén. Sobras, estás de más, molestas, no por ser mala hierba sino simplemente diferente. Y un buen jardinero nunca condena a una flor a morir de tristeza simplemente por el hecho de no ser como él se la había imaginado o como se propone que sea intentando modificar su color, textura u olor. El buen jardinero la cuida igualmente porque en la diferencia está la belleza de su jardín...

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