NADA SÉ










Lo que sabemos es similar a una hoja en blanco




Al parecer ya lo expresó Sócrates, al igual que otros sabios como Lao Tse, que creer que se sabe es la base de la mayor ignorancia. Quien cree que sabe no sabe, quien duda puede avanzar, quien tiene certezas pueden ser destruídas, quien no sabe es que todo puede aprenderlo...
Con el devenir de los acontecimientos lo que realmente puede aprender uno (o una) es a considerar que nada sabe. Quizá esta sea una de las mayores certezas que el alma humana puede albergar con plenitud dado el estado cambiante de la naturaleza de las cosas, de la dialéctica de la vida que, cual maestra, te dirige por sus vericuetos insonsables para que aprendas a experimentarla, sentirla, vivirla en una palabra con confianza, con emoción aunque no exenta de dolor y sacrificio.
El aprendizaje de la vida no existe sin renuncia, sin sacrificio, sin incomprensión, sin soledad, sin silencio... Renunciar a lo cercano para alcanzar lo lejano, sacrificarlo para alcanzar metas y sueños, desprenderte de tus razones pero, también, de las ajenas, sentirte que te vapulean y estás a mercede los acontecimientos que se derrumban a tu paso como un puñetero y jodido castillo de naipes con un solo soplo.
Cuando creías que sabías dónde estabas te perdiste, cuando pensabas quién eras te rompiste y tus piezas saltaron, cuando sentías que la tormenta pasaba entonces arreciaba aún más dejándote sin techo, sin comida, sin compañía, sin soporte emocional, abandonado a tu suerte pero... Sí, pero los vientos cambian de dirección, la verdad resplandece y pone al descubierto las traiciones, las mentiras o insidias indicándote el camino a seguir para reparar en justicia lo que te corresponde.
Cuando los vientos cambian de dirección pueden ponerte hacia un rumbo de esperanza sin perder el norte de tu destino pero te sientes desvalido, temeroso, dependiente paradójicamente para salir de esa dependencia. Sientes que tus piernas se tambalean, tus sentidos aún no se coordinan adecuadamente vibrando con el Universo en su conjunto. Es mucha carga la que has tenido que soportar, un vendaval que se llevó inicialmente por delante lo que habías estado construyendo pero ahora te rehaces porque la vida es una escuela de oportunidades y te levantas con la mirada puesta en ese mismo horizonte que antes no veías por la tormenta y la espesa niebla. No pierdes de vista el camino, te adaptas a nuevas exigencias, aceptas tu pasado y le das la bienvenida al destino tan incierto como cierto es que no sabes nada.
Vas cogiendo fuerzas físicas, reuniendo tu ejército interior para que se ponga a tus órdenes de paz, serenidad, confianza, buen hacer y ser. Vas equilibrando tus energías para que las emociones no te inunden y te sepulten en un mar de confusión y caos, tu mente se reordena y deja de lanzar culpas a tu mochila existencial como si fueras el origen del mal ajeno. Tu espíritu entra en armonía y preside tu vida dándole unidad, renovándote como lo hace el océano después de la marejada.
La simpleza de la vida no somos capaces de aprenderla porque nuestra naturaleza la volvimos compleja y en esa oposición nos movemos. Es el Yin y el Yang de la vida, de lo opuesto que se complementa, de una dualidad como creación mental.
El camino del aprendizaje no es llano ni recto geométricamente hablando. Es curvilíneo, lleno de recovecos. Es montaña y valle, es seco y húmedo, es fuego y agua. Mantener sus elementos en equilibrio es el arte de vivir aunque sea con una mezcla de temor, incertidumbre y esperanza...


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