UNA HISTORIA DE AMOR




Si acudes a leer por el título pasa de largo y te ahorras tiempo. Efectuada la salvedad una historia de amor -en su extensión- nos habla de la vida porque sin el amor (sublime a todos los efectos) no habría vida en mayúsculas. Y vida no es más que compromiso, lucha, esperanza, confianza, apertura, expansión porque vida es entrega, abnegación, sacrificio pero, también, es alegría y color, es nacer y morir, es resucitar o renovarse. O sea vida es todo lo anterior y su contrario que en su antagonismo nos hace crecer y fortalecernos, nos hace ser quienes somos sin máscaras, sin ropaje innecesario.
No se puede decir que el amor no lo es todo cuando sin él la vida, en su expresión sublime, no sería lo que es. La Tierra no daría siquiera un fruto silvestre y "gracias" a ese desamor con la vida estamos acometiendo un cambio brutal en los ciclos naturales hasta pervertirlos, hasta dejarlos en pura anécdota de la que tendremos que arrepentirnos seamos esta o la futura generación.
Mientras yo piense de esa forma expresada estaré "bendiciendo" que no me quiero a mí, que mi individualidad no vale nada, que mis alegrías o tristezas dependerán en gran medida de las de los demás enajenando, por tanto, esa capacidad de respirar yo mi propio aire.
Una historia de amor encierra, también, sorpresas, imprevistos, porque el destino (suelo decirlo) también juega sus propios dados, a los que debes adaptarte y cuanto más rápido mejor para que la ola no te lleve por delante. Dejarte mecer el barco soltando sus amarras de seguridad es confiar en la Sabiduría del Universo que es la misma que anida en tí y en mí, que es la misma que se oculta tras la pequeñez de un niño. Es sentir lo que te duele hasta el tuétano, pero no aferrarte a ello, es sentir que tus moléculas están transformándose sin dejar de ser tu yo más esencial. Una historia de amor es igual a una historia de vida, de experiencia, relatada en primera persona porque si no somos capaces de construir nuestros relatos entonces ya me dirás qué clase de papel jugamos en el teatro de la vida. No es un rol subsidiario ni de subyugación, no es un papel de mero espectador. No es así porque en el teatro de la vida cada cual es actor de sí mismo con sus luces y sombras porque sin ese contraste o contraposición no avanzamos.
Creemos saber pero no sabemos, creemos sentir cuando pensamos y pensar cuando sentimos, pero la vida nos impele a unificar o darle unidad a ello para que no sean extraños que duermen juntos. Sí porque de personas extrañas durmiendo juntas hay millones de ejemplos que no gratifican o ensalzan la vida, porque se traicionan a sí mismas en sus sentimientos y lo seguirán haciendo probablemente en aras a la seguridad... Pero amar la vida no está escrito en lado alguno que implique seguridades porque la vida es riesgo y el riesgo aventura y cuando ello lo ponemos en juego le estamos dando a la vida el papel que debe tener porque es nuestra imagen la suya y viceversa.
Si te explicaba al principio que no era lo que imaginabas lo vas entendiendo porque, igualmente, no siempre entendemos lo que creemos entender inicialmente ya que nada suele ser lo que parece y si lo parece igual no lo es tampoco. Y aunque la vida sea imaginación, creatividad, esto no significa presunción de algo, especulación mental. La vida es lo que es y siendo simple la convertimos en compleja.
Y una historia de amor nos puede introducir en el túnel del tiempo y volver a tener 22 años sin dejar la presencia que tienes ahora porque entonces tu juventud era comprometida, honesta con sus errores, profundamente enamorada. Y una juventud así no se pierde por mucho que uno se haya empeñado en enterrarla u olvidarla en su tránsito de edades, en sus ciclos vitales. Pero ella está ahí cuando impulsas, haces nacer cosas, creas, ayudas a que otras personas lo hagan. Y así ese proceso de juventud permanece porque es ahí donde está el Santo Grial que tanto anhelamos, en la autenticidad de ser quienes somos, de aceptarlo y desarrollarlo muy a pesar de quienes se te opongan en el camino con una supuesta superioridad moral que tú no le has otorgado en momento alguno.
Creo que podríamos decir que para que la historia de amor tenga un final feliz probablemente tengamos que desandar caminos para volverlos a recorrer, desaprender lo aprendido para volver a aprender, echar abajo cimientos podridos para que el nuevo edificio vuelva a lucir. Esto lleva tiempo (y puedo asegurarlo) pero merecerá la pena porque, al fin de cuentas, se trata de llegar al final del camino... ¡Feliz historia de amor!

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