UN LUGAR EN EL MUNDO




Un lugar en el mundo es el que necesitamos para estar y ser, para encontrarnos y hacer comunidad, estar en soledad pero, ante todo, para cumplir nuestra misión personal.
Nuestro lugar en el mundo es el que necesitamos para que nuestro espíritu no vague cual fantasma errante en busca de la paz eterna después de la muerte. No hay que dar lugar a morir en vida dejando de lado aquello para lo que nuestro corazón nos llama, para lo que la profundidad del alma nos invita a ser realmente. Pero ese lugar no es un capricho personal sino el escogido por los dioses para tener la oportunidad de redimirte, y puede ser quizá otro lugar distante geográficamente o quizá no. La búsqueda es consustancial al ser humano que en su trasegar errante anhela una tierra prometida, reencontrar el paraíso perdido, el lugar mágico que hará que su vida cambie.
Pero en realidad esa magia la ponemos cada cual con la actitud que adoptemos ante nuestra propia existencia o destino, ante la vida y así, de esta forma, haremos posible restañar heridas sanándolas, redimir pasados sin culpabilidad alguna afrontando el destino con la consecuencia de los actos libres y conscientes.
Cuando ese lugar creemos que no aparece es porque quizá no estemos mirando más allá de las apariencias, quizá estemos visualizando parcialmente el horizonte a través de una pequeña rendija sin caer en la cuenta que debemos asomarnos a la puerta abriéndola de par en par dejando que corra el aire, que se renueve nuestra atmósfera asfixiante. El lugar quizá no sea tanto producto de un traslado sino de la modificación de una actitud porque no se trata de huir de nada ni de nadie ya que quien intenta huir de algo es porque pudiera ser que intenta esconderse también de algo o alguien, quizá de su propio ser. Evitando la mala conciencia, la carga negativa, estaremos evitando la fuga innecesaria. Cuando buscamos otros lugares físicos debemos preguntarnos qué buscamos realmente, cuál es la verdad interna. Cerrar un ciclo y abrir otro fuera de la tierra que te vio nacer no es malo ni bueno, es emprender una aventura. Pero esta aventura, en sí misma ni buena ni mala, tendrá que tener como compañía metas, objetivos pero, por encima de todo, la claridad de quién eres. Porque encontrar ese lugar no es otra cosa que encontrarte a tí, es rescatar el niño interno lleno de inquietudes creativas, al joven dinámico, fogoso y comprometido, al adulto ponderado que intenta sacudirse los miedos del niño que un día se perdió en el bosque de la vida. Encontrar el lugar en el mundo es realizar tu mundo interno conjugándolo con el externo, es hacer lo que debes porque también es lo que sientes equilibrando razón y emoción pero hay algo que no se puede olvidar y es estar donde el amor. Ahhh!, pero no pienses que escribo sobre el amor clásico de una pareja que caliente una parte de tu cama, sino donde está el amor a la vida, la pasión, la alegría, el amor hacia tí como ser único e irreemplazable. Una vez sabiendo que estás donde debes entonces se allegarán quienes deben una vez hemos filtrado la necesidad porque estar donde el amor es, en primer lugar, donde uno pueda ir alcanzando parcelas de felicidad en libertad que nos dará para escoger la compañía de otras personas caminantes sin etiquetas y podrá coincidir, o no, que entonces tengas que migrar para compartir el amor en cuerpo (y también en alma) o simplemente dejar que la vida fluya sin dejarte embaucar para que sea el amor el que encuentre a las personas libres de cargas. Esto forma parte del misterio de la vida que es quien, en definitiva, nos guía para encontrar el lugar en el mundo, el paraíso perdido, la tierra prometida. Para llevarnos a buen puerto sin anclajes...

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