UNA MOCHILA SIN PIEDRAS


En tiempos de trajín o ajetreo, de convulsiones y reajustes, de seguir caminando en definitiva es bueno pararse a reflexionar sobre la vida y sus metáforas, sobre las expresiones que usamos para comunicar nuestras emociones o sentimientos. Y, siendo así, una de las que usamos es vaciar nuestra mochila de piedras.
Tenemos que aprender a ser peregrinos en la vida que caminan ligeros de equipaje emocional, o sea de culpabilidades, de arrastrar rémoras del pasado. Vivir mirando hacia atrás con añoranza solo nos traerá dolores de cuello y espalda, las piernas se tornarán pesadas porque nos impiden caminar livianos ya que nos arrastramos por el barro de los rencores, la autocompasión, las depresiones buscadas para justificar nuestro inmovilismo y falta de riesgo, de coraje o energía. 
Con cargar nuestra mochila existencial de las piedras del recuerdo (buenos o malos) solamente nos estaremos inclinando cada vez más, arrastrándonos por la vida. Vamos cargados, también en la vida física, de cosas innecesarias por exceso o porque han cumplido su ciclo: ropa, calzado, libros, papeles, objetos pequeños de recuerdos y más recuerdos. Acumulamos y nos convertimos en víctimas de nuestra propia existencia, y te das cuenta que lo que acumulas no sirve a veces para casi nada que no sea lo esencial. Vivimos con demasiadas pertenencias materiales y emocionales porque, aquí,  nos aferramos a lo que consideramos como nuestro cuando en realidad nada nos pertenece más que la vida de la que mal disponemos, de la que casi nada sabemos. Creemos que nos pertenece la vida misma y en realidad estamos a merced de circunstancias, de azares más allá de nuestra pobre comprensión y visión parcial.
Un buen propósito para cada año que comienza no nos debe llevar solamente a perder los kilos de más consumidos compulsivamente durante los festejos de navidad sino a soltar los kilos de emociones negativas acumuladas durante el año o los años anteriores. Emociones de no aceptación, de discordias, de desprecios, de errores propios y ajenos. Entonces hemos de ponernos manos a la obra para decir hasta aquí llegamos. Toca ahora reconducir, rectificar para avanzar. Los barcos van a los astilleros para su reparación, se sitúan en el varadero para la parada. 
Una vez tomada la conciencia de limpieza procede vaciar la mochila de lo innecesario y ahí cada cual ha de saber qué es lo que en realidad le daña, le pesa, le impide un paso ligero o lo que es lo mismo una vida más plena y acorde con su ser interno que es la primera fidelidad que debe guardarse. Y, ciertamente, en estos días iniciales de este año que comenzó un buen propósito personal es justamente dejar atrás lo que daña, dar paso a lo nuevo, renovar, innovar en mi vida, experimentar. Hacer posible que mi mochila existencial vaya más ligera de carga de cuya dificultad soy consciente pero cuando dejas que el aire limpio entre en tu vida aunque sea frío la atmósfera se vuelve más ligera, la visión más clara porque la luz ha ganado el sitio que le estaba quitando manteniendo puertas y ventanas cerradas. Yo haré mi trabajo y dejaré que la Sabiduría del Universo haga el suyo que, a buen seguro, lo hace mejor que yo...

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