LA JUSTA MEDIDA


En la vida existe la medida de lo justo pero la cuestión estribaría en saber esa medida. Para ello se requiere de observación, reflexión, abstracción mental y distancia emocional, libertad interna, sabiduría en definitiva para determinar las acciones a emprender sea por activa o por pasiva para no llegar a que te cubra el agua por encima de la nariz porque, de ser así, ya te estarás ahogando.
Nos ahogamos en un vaso de agua porque magnificamos nuestra desgracia o controversia, porque no hemos sabido actuar a tiempo para que el agua nos cubra hasta el ahogo o lo que es lo mismo por descuido o abandono de nuestros valores internos. Nos ahogamos porque entendimos que debíamos dar más de lo justo y necesario extralimitando nuestras fuerzas o capacidades sin sentarnos en la orilla a mirar el horizonte que teníamos por delante, a ver la profundidad de las aguas en las que nos íbamos a adentrar. Si alguien no sabe nadar es temerario que se adentre en aguas profundas. Reconocer los límites, aunque sea por algún miedo, no es tanto cobardía sino más cautela inicial que debiera dar paso a una toma de conciencia para una mayor confianza personal.
La justa medida de nuestras acciones la marcan nuestros pensamientos y sentimientos, esa capacidad que debiéramos tener de saber aunar lo que debemos y no hacer en cada momento y no tanto lo que podemos demostrarnos a nosotros o más bien a nuestro ego personal. A mí, sinceramente y a estas alturas, procuro que no me pueda el ego en esta parcela aunque no siempre lo consiga. Pero camino con la conciencia que la vida son dos ratos que debo disfrutar intensamente sin que me sobrepasen los acontecimientos o, incluso, a pesar de ello y de todas las circunstancias adversas. Así, de esta forma, me estaré dando la oportunidad de aprender a ser libre de sentir y hacer, de reflexionar serenamente sobre lo justo y necesario aunque, también, no inhibirme de mis obligaciones colectivas que puedan perjudicar a un grupo vinculado a mi persona.
Es importante que mantengamos esta conciencia para no dañar nuestro ser interno, para no mermar nuestras capacidades entregándolas a otras personas o proyectos personales sin medida. Nada debiera hacerme retroceder en mis sueños y realizaciones personales pero tampoco en disfrutar de mi propia presencia en este paraíso perdido y la de otras personas que vayan allegándose aportándome frescura, optimismo, alegría, amor en definitiva en cualquiera de sus variantes y formas. Es vital para nuestra propia evolución saber que existe el límite y eso implicar saber decir sí y no en el momento, saber poner freno a lo que entendemos bueno y sin medida como a lo que entendemos perjudicial y lo mantenemos sea la circunstancia que sea. Llegar ahí nos hace sentirnos libres, apasionados por seguir el rastro de la vida que no nos ahoga y lejos de sucumbir a la desesperanza por emprender caminos equivocados.
La justa medida existe y es necesaria, anida en nuestra alma profunda y misteriosa y, desde ahí, hemos de abordarla con precisión maestra y curiosidad de aprendiz ya que la vida nos enseña y muestra el camino de cómo debemos hacerlo para no ahogarnos en aguas que, además, puede que no nos correspondan bañarnos o adentrarnos en ella. No todo nos corresponde, no todo es necesario más que preservar nuestro propio valor interno más allá de las miradas extrañas y ajenas, más allá de las apariencias...

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