EL CAMINANTE ENTRETENIDO



La vida es un camino que hemos de trasegar en el que ocasiones será desierto y otras océano, en el que habrá maleza que cortar y desbrozar y otras será jardín paradisíaco. Un sendero de dudas más que de certezas, de sueños a veces no realizados, de miedos, de sombras más que de luces pero, en definitiva, será un camino para recorrerlo con dignidad, valentía, arrojo, optimismo, esperanza, ilusión, con alegría y relativizando el patrón de la culpa.
Pero el camino emprendido debiera ser aquél que nos lleve a las parcelas de felicidad, a las de la unidad interna de pensamiento-acción, razón-emoción, para que nuestros conflictos queden minimizados y poco expuestos a patologías o somatizaciones que nos introduzcan en una espiral autodestructiva. Para ello no basta con la mera intención de recorrerlo sino de hacerlo aprendiendo de las experiencias vividas para intentar no reiterar errores cometidos, no basta con el poder de la intención sino, además, el impulso de la acción concreta que nos lleve a la transformación de aquello que ha de cambiarse para evolucionar como especie, como ser individual concretamente.
El camino que emprendemos no siempre es el más correcto porque, de lo contrario, nuestra vida estaría más plena y satisfecha. Pero hay algo que se nos pasa por alto cuando trasegamos esta vida, a veces sin ni siquiera entenderla aun a poco de morir, y es que emprenderlo hemos de hacerlo sin atarnos al resultado, a la meta. Esto rara vez lo vemos claro y mucho menos lo ponemos en práctica. Pero hay otra cuestión importante, bastante diría yo, y es que afrontarlo con alegría, con la mochila vacía de culpabilidades aunque no de responsabilidad y aceptación. Vaciar nuestra carga de rencores, odios, sentimiento de venganza, de pensamiento negativo recurrente y obsesivo para dar paso, cabida, a otro positivo que cubra nuestras necesidades espirituales más profundas de energía creativa.
Por ello el caminante no debe entretenerse en observar las ramas de un árbol y perder de vista las raíces del árbol, no debe quedarse mirando la hojarasca en el suelo que tapa las flores silvestres nacidas por la propia benignidad de la naturaleza circundante. Porque entretenernos en lo superficial nos impide ver con profundidad, con alcance de miras desde el corazón. Y para no entretenernos en lo superficial, negativo, hemos de acudir más al corazón, al impulso creativo, a la emoción que nos conquista pero no nos esclaviza. Acudir al misterio profundo, insondable, con el que te identificas dejándote llevar como un niño por su madre observando y sintiendo la belleza de cuanto nos rodea, de lo visible e invisible, de lo que llegamos a comprender y lo que no. Dejamos que nuestros sentidos perciban y que todo nuestro ser se estremezca con ternura, con amor a la vida. Pararse en el camino de la autocompasión, la autoflagelación o la autocomplacencia será hacerlo por igual en sus polaridades invertidas y es que la vida fluye, no se detiene, porque está en constante movimiento y cambio. Si nos entretenemos para estancarnos entonces quedaremos atrapados en la oscuridad de los agujeros negros de nuestra propia energía negativa que nos ata para no evolucionar hacia estados superiores, los de la disculpa pero, también, los del olvido, los de la aceptación y los del impulso creativo. El camino no se hace solo, hay que recorrerlo, atreviéndose, sin olvidar que es mirando hacia adelante como nunca perderemos el horizonte…



Comentarios

Entradas populares de este blog

LA VIDA ES UN TANGO

CUANDO ALGO MUERE ALGO NACE

FOLLAR MÁS, JODER MENOS