EL ÁRBOL DE LA VIDA





El árbol de la vida es un arquetipo, una hermosa alegoría de la conexión entre el ser humano y los planos superiores. Distintas concepciones filosóficas y/o religiosas lo tienen como un distintivo, una seña de identidad. El caso de la cultura judeo-cristiana, por ejemplo, con el famoso árbol del paraíso representativo del conocimiento no es más que uno de los muchísimos ejemplos más que podemos encontrar en otras tantas culturas a lo largo de la historia de la humanidad sin que ninguna de ellas deba creerse poseedora de la verdad absoluta.
La alegoría de la inmortalidad, de la inocencia primigenia, del estado de pureza original no es más que la alegoría de nuestra naturaleza esencial no corrupta por los patrones culturales heredados y adquiridos a lo largo de dicha historia.
El árbol de la vida es silencioso, de presencia quieta cuyas ramas se inclinan ante el viento que las sacude, cuyas hojas caen en el otoño cumpliendo el ritual de renovación en el que algo muere para que algo nazca. Tiene su propia sombra con la que da cobijo al peregrino, se alimenta de las aguas profundas que suben desde sus raíces y de la energía del fuego solar. Es la unidad de cuatro elementos (tierra, aire, agua, fuego) cuya sola presencia en lo alto de una colina puede mostrar el camino a seguir. El camino de la quietud, de la serenidad en comunión con la montaña que lo alberga.
El árbol y la montaña son una sola cosa en ese entramado vital de seguir el curso natural de las cosas, de las estaciones. La alegoría, en este caso, es la del silencio, el apartamiento, la observación, la conexión con la raíz y con la Fuente de la Vida de un agua que baja desde las laderas de esa montaña, que discurre invisible en tramos para que el árbol pueda alimentarse y alimentar.
El silencio del árbol y la montaña es la lección de meditación que nos lega el taoísmo. Quietud cuando hay viento, tormenta, granizo. Quietud cuando solo hay brisa y día plácido. Raíces profundas para un árbol robusto sin las cuales el árbol dejaría existir rápidamente.
La vida nos muestra cómo se trasciende la propia individualidad del árbol para convertirse en un elemento de conjunto en el paisaje de la montaña sin que el árbol deje de ser lo que es dando su propia sombra sin entorpecer a otros árboles. Sombra propia, raíces propias, bebiendo de las mismas aguas de origen y bañados por el mismo Sol o zarandeados por el mismo viento.
Transpongamos este ejemplo a nuestras vidas y luego nos preguntemos ¿qué habilidades tengo yo como ser inteligente para hacer crecer mis raíces, para alimentarme internamente de la forma correcta, para adaptarme al viento de las dificultades que me zarandea, a los días intempestivos de controversias donde nos atenaza el invierno espiritual donde la luz apenas es perceptible y la nuestra hemos de guardarla?, ¿qué hago yo para crecer como persona al igual que el árbol hace lo propio como lo que es?, ¿cuál es mi inclinación, la de la agitación permanente para quedarme sin hojas o la de la quietud asentada en el silencio de la montaña?
El árbol de la vida no pone ni quita. Simplemente es y está. En cambio el ser humano se afana en dejar de ser y estar para tener, acaparar, ser algo distinto a su propia esencia. Nos adentramos en las cavernas del ruido permanente, de la distorsión de la verdad objetiva para acomodarla a nuestros intereses a veces mezquinos y espurios. Al final tanto nos alejamos de nuestra esencial forma de ser que nos convertimos en cebollas con muchas capas que hemos de ir quitando para llegar al centro de la cuestión. Capas de falsa protección, de apariencia engañosa que nos aleja de quienes somos.
Conectarnos con los elementos nos dará otra visión de la realidad visual y parcial que solemos observar para adentrarnos en una más profunda, en otra dimensión más trascendente que nos envuelve, cuántica o imperceptible a simple vista al ojo humano. Porque ya lo expresa el libro El Principito con la frase “lo esencial es invisible para los ojos”. Y donde no puede llegar nuestro ojo siempre llegará nuestro corazón cuyo latido vital serás más fuerte cuanto más profunda sea nuestra raíz de la vida…

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