VIENTOS DE PASIÓN





La vida es pasión, sentimiento profundo, energía, fuego que abrasa a veces. La vida nos da ese espíritu vital para transformar las cosas, recrearlas o crearlas. Una obra de arte no se puede entender sin la pasión del artista por la obra pero, ante todo, por la vida.
Una vida, cual obra de arte, no podría yo entenderla sin la pasión de quien debe vivirla acorde a sus sentimientos que deben expresarse a través de la obra de lo cotidiano. En aquello que hagas o digas, pienses o sientas, si no le pones pasión estás amputando una parte importante de esa corriente de energía que nos impulsa.
La pasión está asociada al fuego y el fuego a la destrucción tanto como a la calidez. Si las pasiones se desbordan terminan por destruirte pero si son controladas formarán parte de esa obra cálida de tu vida que transmites a través de la mirada, gestos, palabras expresadas por escrito o verbalmente, a través de las manos, los abrazos. Vivir apasionadamente pero, a la par, con control, con la prudente distancia emocional es todo un ejercicio de arte de la vida que nos involucra en el proceso creativo o vital de la existencia. Un ejercicio de malabarismo para no sucumbir en el desafuero porque del caos podremos ir a la destrucción en lugar de ir al orden.
En esa pulsión pasional todas las energías (incluidas la sexual por supuesto) las ponemos al servicio de la alegría, de la vida, de la obra que vamos configurando en nuestro quehacer. Sin esa implicación o negándonos a su vivencia estaremos cerrando el paso a nuestra propia renovación y así, de esta forma, nos estancamos haciendo que nuestras aguas se putrefacten, que las energías se conviertan en tóxicas revolviéndose contra nuestro ser en forma de patologías más o menos manifiestas o, lo peor, solapadas hasta que estallan bajo mil una caras diferentes.
Vivir con pasión no implica vivir con apegos sino con intensidad el momento que, a buen seguro, va a generar una nueva sinergia, un nuevo campo de vibraciones expandiéndolas. Y vivir con intensidad no significa aferrarse a ello como tabla de salvación sino como instrumento de alegría, como si de una música que vamos a orquestar después de haberla compuesto. No puedo entender tocar una pieza de violín sin una pizca de emoción cuando la pasión es emoción pura y donde no se da una no se da otra en su vertiente positiva. De ahí que las personas carentes de energía vital, de sueños, de compromiso con la vida, de interés en el propio conocimiento y en los mecanismos de la vida, sean personas abandonadas a la resignación, a una suerte de azar caprichoso, distantes de sí mismas, aisladas en su capacidad de expresión emocional, de transmitir. Esas personas cambiaron el fuego por agua o arena y lo enterraron ahogando la creatividad, la capacidad de ir renaciendo día a día. Son personas sumidas en el escepticismo orgánico, patológico, en el dejarse llevar por la corriente de la vida a merced de los acontecimientos sin rumbo, sin brújula que mire su norte. Dejaron atrás lo mejor de sí para no reconocerse en estos momentos porque el fuego ausente no les ilumina el rostro, porque modificaron el viento de la pasión... 

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