UN VIAJE HACIA EL ABISMO






Tengo en el recuerdo las alertas sobre el cambio climático que se comenzaron a oír con fuerza hace unas dos décadas cuando la avanzadilla del movimiento ecologista -con Greenpeace a la cabeza- emitían señales que el Planeta se estaba degradando a niveles de desastre. Mucho protocolo de Kyoto, mucho acuerdo de París, mucha palabrería institucional pero el Planeta va camino hacia el abismo y ahí entra todo el mundo: flora, fauna salvaje, animales domésticos y el peor animal de todos que es el ser humano. El más incompetente de la fauna que habita el planeta.
Nadie consideró a la Tierra como su casa y hoy día se asesinan a activistas ambientales en países como Guatemala o Brasil. Ser activista ambiental para proteger la vida de la Tierra te puede costar la tuya literalmente, sin escrúpulos. Mandan los intereses de corporaciones que están asesinando el Planeta, quizá las mismas que luego quieran emplear recursos para colonizar otros que terminaríamos cargándonos de la misma manera.
La Tierra es nuestra madre, la que nos daba de comer y beber hasta que apareció la propiedad privada que puso puertas al campo, ríos y mares. Un bien universal como el agua ya es privado en manos de especuladores al igual que pueda serlo la salud con sus medicinas. Así es como el ser humano, con su tecnología, sobrexplotación de recursos naturales o industrialización agresiva en un modelo de producción capitalista insostenible, ha ido trazando la hoja de ruta de la desaparición como especie en una actitud permanente de autoinmolación en honor del dios dinero y de la diosa riqueza, en nombre de las diosas injusticia, desigualdad e insolidaridad. En nombre de la maldad humana, de la impiedad, acabamos impunemente con especies animales, flora, fondos marinos, con población de humanos bajo el signo del genocidio. Unas veces los dioses fueron el dinero y otras un dios inquisidor que elige a los pueblos protegidos y a otros para su desaparición (...).
Nos hemos creídos los dueños de la Tierra que nos pertenece total y absolutamente, de toda vida reproducida sin reparar que los recursos son limitados y que, además, no somos los señores de la vida y la muerte sino sus servidores. Pero este modelo que ha ido creciendo desde la I Revolución industrial tiene sus días contados. En una perspectiva histórica días contados pueden ser 150 años en los que el Planeta se puede volver totalmente inhabitable, agresivo, que se tragaría a la especie humana y cuanto le rodea sin que nadie pudiera evitarlo. Ese es el legado que vamos a dejar a nuestras generaciones venideras que no conocerán siquiera el jilguero o la rana, el legado que una parte de la juventud está combatiendo con otro nivel de conciencia.
Yo me iré de este Planeta -como todo ser humano- quizá pudiendo haber hecho más por la preservación ambiental y esa parte alícuota será mi deuda con la Tierra pero, al menos, en mi modesta intención de consumo sostenible, responsable, de reciclar o reutilizar, que no quede un desinterés o desprecio hacia la casa que me da cobijo.
El estremecimiento aún no está llegando a la médula colectiva pero tendrá que hacerlo ya intentando, además, revertir y subvertir el actual orden de las cosas convirtiendo la preservación del Planeta y, por tanto la nuestra propia, en el centro de nuestras actuaciones a todos los niveles, reforestando bosques, drenando y limpiando fondos marinos y ríos, impidiendo recalificaciones de terrenos incendiados o la venta de su madera calcinada como carbón, cambiando el modelo productivo radicalmente y, por tanto, el modelo de consumo lo que debería llevarnos a una economía circular de optimización de todos los recurso como apunte de algunas ideas. De lo contrario el viaje hacia el abismo ya será un camino sin retorno. Espero, al menos, tener un buen viaje de retorno...

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