EL DIA DE LA ABUNDANCIA






Ante tantos días dedicados durante el año a historias que ni te imaginabas existían, y después de una larga ausencia por estos pagos, se me asoma la imagen arquetípica de La Emperatriz (en el tarot) para indicarme que la vida es abundancia según nos relacionemos con ella. Pero abundancia no es codicia o avaricia, no es acumulación de bienes superfluos, no es materialismo en su sentido estricto. No es poseer y esclavizarse por el deseo de tener o la insatisfacción de no alcanzar lo deseado o considerarlo insuficiente.
La abundancia del Universo, de la vida en su totalidad, nos viene a través de nuestras relaciones, deseos, sentimientos, pensamientos y acciones concordantes en nuestro corazón, vinculadas a la manifestación de la vida a través de sus señales, visibles o invisibles, cuya forma adoptada puede ser cualquiera. Es el misterio de la vida el que se nos ofrece día a día, y ese concepto de abundancia aún no lo hemos sabido captar en su profundidad.
Abundancia es la sonrisa de la gente, el abrazo que te dan, el beso que recibes, la sonrisa de alguien que no esperabas o la llamada de teléfono de quien creías en el olvido. Abundancia es el amor que sientes hacia los seres vivos, especialmente a ti como paso previo para sentir ese amor hacia otras personas según sea tu orientación sexual. Cuando sientes ese abrazo cálido, cuando -incluso- alguien te rehuye no es que se cierre esa abundancia para ti sino que tendrá que esperar a que ese alguien deje de ser caracol en su concha y se muestre tomando el Sol. Todo es cuestión de ciclos, de espera, de procesos. Pero uno, en su devenir cotidiano, debe saber y, sobre todo, sentirlo que la abundancia existe, está ahí, fuera y dentro de nuestro ser. Abrirse a ella es el principio primordial para que la creación se manifieste. Para eso, además, hemos de tener la mente abierta a que pueda ocurrir cualquier cosa, darse cualquier situación por extraña e inverosímil que nos parezca. El imposible solamente existe en nuestra podrida mente, en nuestra maltrecha costumbre de poner vetos y barreras cuando nos relacionamos. Ese punto ya lo superé hace un tiempo cuando me di cuenta que nada es inmóvil, que todo cambia, que somos energía en movimiento y en él hemos de permanecer.
El tiempo que me quede de vida intentaré que sea de abundancia en sentimientos, acciones, pensamientos y expresiones de amor. Sí, tal cual suena. De amor intenso, pasional, abierto, comprometido con la vida y sus personas, con todas con las que mis vibraciones converjan o sean afines o, al menos, se mantengan en aceptables niveles de interacción o comunicación cualquiera que sea su forma de transmitir.
Cerrarse a la abundancia es hacerlo con la alegría de vivir, con la de compartir sea aquello que fuere y nos enaltezca. Es vetar el camino de la felicidad en sus distintas parcelas, pequeñas en su mayoría pero de gran calado en su recorrido. Cerrarse a la vida es matarla por inanición no cultivando valores personales como la solidaridad, igualdad, cariño, la propia sexualidad etc. Pasamos por la vida a veces creyendo que seremos eternos y nada más lejos de la realidad. Somos perecederos, aves de paso de más o menos duración. Y es esa abundancia de la que me sirvo en este hilo de pensamiento para llegar al punto que nuestro paso será más duradero cuanto más cuidemos de aquella, cuanto mejor nos identifiquemos con ella, cuanto más cultivemos -sin llegar a la obsesión- nuestro impulso vital, nuestra energía primordial.
Tenemos una energía que vamos agotando en un sinfín de idioteces, de preocupaciones absurdas, de recuerdos nefastos, de ataduras o falsos compromisos, sin caer en la cuenta que podemos renovarla en la medida que vayamos desarrollando ese sentido del que comentaba antes. Cuando doy recibo, cuando recibo debo dar. Si doy cariño seguro que recibiré cariño, si doy compasión recibiré eso mismo en forma de solidaridad, si yo me doy me hago más grande porque la grandeza personal se alcanza desde la humildad de saber que nada de lo que tenemos nos pertenece, que no le pertenecemos a nada ni nadie. Somos la vida que se engendra y renueva de forma constante y ahora, en este tiempo de navidad mercantilista, ese es el sentido de la reflexión de esa navidad. Es la fuerza de la luz que emerge desde las profundidades del invierno para llegar al cénit en verano. Yo contemplo la vida de esta forma y hoy, como cualquier día, puede ser, debe ser, el día de la abundancia para recibirla siempre con profunda gratitud, alegría y devoción porque la infinita abundancia del Universo es lo poco que hace mucho y lo mucho que nace de lo poco.

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