EL SIGLO DE LA MUJER







Este año pasado que acaba de esfumarse nos trajo un impulso en la conciencia feminista y que yo, como hombre, apoyo y aplaudo desde mi modesta colaboración. Debemos posibilitar que el encuentro entre géneros sea trascendente al hecho en sí porque conciencia feminista no significa ir contra nadie sino a favor de la igualdad. Y esto es lo que mucha gente (mumeres incluidas) no se enteran o no quieren enterarse. Yo no me siento agredido (a mis 63 años) porque una mujer tome las riendas de su vida en cada una de sus parcelas que conforman su totalidad. Educación, sexualidad, trabajo, relaciones sociales en general... Como ser individual tiene el mismo derecho que yo a acceder a todo lo que a mí se me posibilita. Esto es básico entenderlo, otra cuestión es admitir que deba ser así en cada esfera de la vida. Y el patriarcado, como estructura de patrón cultural, hace muy bien su trabajo con discursos intoxicadores esgrimiendo solamente falsedades que no se sostienen en una hemeroteca o en estadísticas serias. Pero para esto hay que leer, informarse y tener la lucidez del discernimiento de saber dónde está la verdad que, generalmente en estos asuntos, suele manipularse, esconderse porque no interesa.
El patriarcado no es una filosofía nacida ayer sino una forma de pensamiento anclada desde hace cientos de miles de años basada en el poder del macho sobre la hembra y luego del hombre sobre la mujer. Es una cuestión de poder o dominio donde una parte se siente con más derechos o con todos ellos. Durante la historia hemos tenido claros ejemplos de esto en sus distintas épocas y fases de las formaciones sociales. La Edad Media con su derecho de pernada es uno de esos ejemplos. Pero aquí, en la España de banderitas y trincheras fratricidas, la mujer no podía votar hasta que llegó la II República derecho, junto al de disponer de su vida con sus medios y cuerpo, que queda a cero en la siguiente etapa de oscuridad de la que alguna gente se siente muy nostálgica ella. Qué tiempo tan feliz este último de más de 40 años en el que la mujer en su casa atada a la pata de la cama era la perfecta ama del hogar, sumisa, predecible, sin derecho a opinar, abrir una cuenta bancaria o trabajar. Y si lo hacía tenía que ser soltera o que el solícito esposo, amantísimo él de putas o amantes escondidas, le diese permiso para poder trabajar. Si no accedía entonces la mujer a cuidar nenes, a parir como coneja, a ni siquiera reconocer su cuerpo ni su sexualidad porque rara era, casi con toda seguridad, la que tuviese un orgasmo. Ya se encargaba el púlpito eclesial de aconsejarte la sumisión a los deseos del marido aunque no tuvieses ganas, aunque oliera a vino del barato o a perfume de otra que no es que fuera malo si ella hubiera tenido en una relación abierta la misma posibilidad que él. Ya se encargaban de decirnos que la mujer tenía que estar abierta de patas para fornicar solamente para la procreación porque lo del placer ya tal... En fin todo un compendio de castración a todos los niveles que ha afectado a las neuronas masculinas tanto como al coño sumiso de la mujer. Y entonces el hombre, cual macho, se ha creído en el derecho divino de golpearla, poseerla, hacerla suya y de nadie más aunque él pudiera irse de picos pardos en forma de putero (sea real o plebeyo) o de doble vida con la otra que se dice en estos pagos. La otra siempre era la señora porque la primera era la escoba o, al menos, eso dice el refrán: la primera escoba la segunda señora, aunque quizá lo ceñian al ámbito de la viudez. Pero no, tiene también el de la doble. Yo no juzgo las relaciones de nadie sino la hipocresía social que nos hemos tragado, interiorizado. Pero sigo con lo anterior porque el patriarcado, en su defensa del poder, llega a la violencia para conservar sus privilegios. Esa violencia es la que llamamos machista y que hay gente que niega (el negacionismo de los ignorantes) con argumentos insostenibles a pesar de las muertes cada año a mano de sus parejas o exparejas. Y no es lo mismo violencia familiar que machista o de género porque esta es la de dominio de macho sobre hembra aunque, en su esencia, una acción violenta de una pareja homosexual pueda tener el mismo componente de dominio patriarcal pero no sería de género. Negar esto es negar la historia del día, es negar lo que nuestras anteriores generaciones de mujeres han padecido en silencio de palizas, de malos tratos. Yo he sido testigo de ello en mi niñez en el edificio donde vivía porque hasta vecinos tenían que llamar la atención al susodicho si la cuestión clamaba al cielo ya. Ella no podía denunciar a la policía. ¿Es eso lo que queremos, tú es lo que quieres seas hombre o mujer? Supongo que no, espero que no. Pues entonces si no queremos volver al pasado, si queremos vivir relaciones plenas y verdaderas de afectos, cariños expresados y mucho sexo, tendremos que ponernos junto a la mujer en su camino. Y cuando digo JUNTO A lo expreso muy conscientemente. Se trata de ser un compañero de camino con independencia que la relación dure un encuentro o años, de relación estable o no. Compañero en el que el trato hacia ella debe ser exquisito, atento a sus necesidades emocionales, mentales, espirituales o físicas. Puede que ser compañero de camino suene muy de peregrino pero en realidad es que lo somos. Vamos y venimos, entramos y salimos de las veredas. Tratar a la persona con respeto, con el mismo que uno se merece no desde la imposición. Pero, eso sí, si yo doy yo exijo y eso no es patriarcado, es ley de la correspondencia en la igualdad de trato.
De esta forma, bajo este paradigma de relaciones libres, iguales y plenas, satisfactorias, podremos ir construyendo otro presente y otro futuro sin miedo a salir a la calle, a vestir como le de la gana a la mujer, a sentir como quiera, a vivir su sexualidad como mejor entienda. No puede ser que tengamos que sufrir la vergüenza de asesinatos, de menores huérfanos, de cantos que nos recuerdan que el violador somos cualquiera de nosotros cuando callamos o asentimos, cuando atacamos en manada o en solitario, cuando entendemos que un sí es un sí pero un no será un sí si yo lo digo. No podemos ser como hombres violadores en el camino sino compañeros ya sea de travesuras en la cama o fuera de ella, de amantes bandidos, de vecinos de una aldea o de un edificio colmena. Y para que esto sea así el S. XXI tendrá que seguir su marcha de la conciencia feminista con el hombre empujando en esa dirección. Tendrá que ser y será probablemente el siglo de la mujer. Al menos yo seguiré haciendo lo que esté en mi mano dándome igual que lo entiendan o no quienes no quieren entender...

Comentarios

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