SEXO Y PODER (NO EL PODER DEL SEXO)






La sexualidad, su vivencia profunda y libre, marca también nuestras relaciones en función de cómo y con quiénes la vivimos. El sexo o mantener relaciones sexuales forma parte del placer humano tantas veces negado, reprimido y hasta perseguido. Pero, también, forma parte de un ritual de poder y/o dominio de una parte sobre la otra, de la fuerte sobre la débil. Y este ritual de poder al que me refiero en estas líneas se llama acoso sexual por el contexto del pensamiento.
El acoso sexual se da cuando una parte usa su poder sobre la víctima para, al menos, intentar un beneficio a su favor en términos de prestaciones sexuales haciendo prevaler su posición respecto a la situación que pueden ir desde la satisfacción del ego con una sonrisa devuelta si es un piropo (es lo que se busca con ir de machito) hasta la satisfacción más profunda como tener relaciones de penetración. La cuestión es dónde y cómo se usa el poder para determinar el tipo de acoso. Generalmente esta figura deleznable es usada en un contexto donde el acosador se siente seguro, a cubierto, para ejercer su poder siendo el ámbito laboral uno de los espacios más destacables con lo que, por otro lado, ya se convertiría además en una doble situación de acoso (laboral y sexual) puesto que si la víctima no accede a la satisfacción carnal se va a encontrar con la persecución laboral por haber herido el orgullo del verdugo o persona acosadora.Un ejemplo que estalló y se hizo viral fue el de actrices que originaron el movimiento MeToo en los EEUU que luego se extendió en otros países cuando las mujeres de la escena decidieron poner fin al silencio.
El poder del sexo se convierte en un juego de poder para subyugar a otra parte. Ahora, bien, cuando expongo ámbito laboral extiéndase a un espacio aún más controvertido como es el de la profesión de fe (Iglesia Católica en este caso con reconocimiento reciente) donde coexisten hombres y mujeres, curas y religiosas, hombres y mujeres. Toda una expresión de patriarcado donde el género masculino se impone sobre el femenino usando a éste casi de esclava sexual para su capricho haciendo prevaler el silencio, el miedo, su "poder moral" ante la comunidad. ¿Quién va a creer a una religiosa que dice ser acosada sexualmente por el capellán del convento? Ni siquiera sus compañeras de orden darían crédito. Cuando se juega con la imagen  proyectada del verdugo acompañada de un manto de silencio cómplice, de negligencia y falta de voluntad colectiva por poner luz en ese agujero oscuro, se perpetúa la impunidad. Y vuelvo a retrotraerme al espacio laboral en su sentido más cercano. Se juega con las emociones y necesidades de las personas, su precariedad contractual, para someterla, doblegarla. Un no puede resultar letal para la víctima que sin ser violada físicamente lo será psicológicamente, denigrada, humillada, hasta tener que abandonar el puesto de trabajo transitoriamente con baja médica o forzando un despido. El verdugo siempre tendrá un perfil psicopático, narcisista, ególatra y egocéntrico y no dejará de tenerlo. Solamente la pérdida de su empleo, familia, posesiones y prestigio podría hacerle volver la mirada a lo que había sembrado durante su vida. Pero para que esto se diera tendría que dejar de existir la connivencia, incluso, del entorno de la víctima. Creerla y apoyarla es importante para que un caso pueda resolverse en base a la verdad siempre y es algo que por desgracia no suele suceder.
Una persona acosa a otra porque cree que tiene derechos sobre su víctima. Derecho de posesión, de pernada, de disponibilidad. Es un objeto y no un sujeto protagonista de su voluntad, de su libre elección, de su dignidad que siempre está en juego y es la que, también, puede marcar los límites de las acciones. La dignidad de una persona puede hacer tumbar a un verdugo por mucho poder que considere tener aunque sea a cambio de tener que abandonar ese círculo laboral, religioso, sindical, político etc. Puede ser que a primeras, incluso, pierdas la batalla pero la guerra es más larga y la mayor de las conquistas es cuando uno sabe elevarse, mirar de cara e, incluso, saber escupirle a la cara del verdugo con un baño de realidad. La de su propia impericia e inutilidad como ser humano. A veces la vida es la que se encarga de ajustar las piezas que chirrían aunque esto sea difícil de entender para una mente pragmática, empírica, resultadista por la inmediatez.
Cuando sexo y poder van de la mano, cuando sus intereses se cruzan de forma mezquina, entonces es cuando aparece una guerra, un conflicto de dominio que puede poner en jaque la salud integral de la víctima. Cuando el sexo se quiere imponer desde el poder es acoso, cuando el sexo se vive desde la igualdad entonces, y solo entonces, hablamos del poder del sexo. Ciertamente la diferencia es notable.

Comentarios

  1. lenceriaascen
    El empoderamiento femenino se manifiesta de muchas formas, y la elección de prendas sexis y lencería es una expresión de autoconfianza y autoestima que celebra la belleza y el deseo personales.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

LA VIDA ES UN TANGO

CUANDO ALGO MUERE ALGO NACE

FOLLAR MÁS, JODER MENOS