LO QUE LA VIDA ENSEÑA







En tiempos inciertos, de gran crisis, de pandemia nacida de microorganismos, la vida nos da lecciones si bien distinto será la capacidad que tengamos de aprender de ellas.
Nos enseña que nacemos y morimos con tan sola esa certeza, que nunca se sabe cuándo de lo último aunque es la compañía que tenemos desde que amanecemos en el Planeta. La vida nos pone a prueba y nos dice que de lo pequeño nace lo grande, que el enemigo no es ni grande ni pequeño, que lo que se torna grande puede ser por la estupidez de dejarlo crecer, que el Sol tiene un alba y un ocaso para todos iguales, que la muerte toca a ricos y pobres, que el aire que respiramos no tiene dueño ni cotiza en bolsa.
La vida nos enseña humildad pero le respondemos con altanería, nos enseña modestia y le respondemos con necedad, nos enseña paciencia y le respondemos con azoramiento, nos enseña constancia y le respondemos con vaivenes. Todo lo que nos ofrece es seguir el curso natural de las cosas, saber actuar a tiempo, establecer afectos y relaciones sanas entre iguales. La vida nos enseña que el dinero, el poder, la riqueza no te exime de la enfermedad aunque huyas del escenario. Eso solo demuestra un talante de cobardía insolidaria que no te eximirá de pillarte cuando menos lo esperes.
La vida nos enseña que es efímera, incierta, llena de luces y sombras, de días de Sol y de nubes que impiden verlo, de lluvias imprevistas, de tormentas y calmas. La vida nos dice que estamos de paso pero nos creemos imperecederos, indemnes e inmunes ante cualquier situación contradictoria. Esa visión egocéntrica individual y colectiva que nos sitúa en una visión antropocéntrica desconsiderando al resto de entes y seres vivos. Nos enseña que en esa interrelación somos una pieza más del engranaje, humildes seres dependientes de microscópicos seres tanto como necesarios para el equilibrio de la vida como son virus y bacterias. Tan importante nos creemos que los menospreciamos con nuestro modo de vida y pensamiento.
La vida nos enseña que en tiempos difíciles es cuando podemos y debemos mostrar el rostro humano verdadero, nuestra naturaleza esencial, que es la de seres amantes de esa vida necesitados de dar y recibir ese amor en forma de sonrisas, besos, abrazos, caricias, achuchones y cualquier expresión placentera ya que eso es lo que debemos cultivar. Por eso debiéramos aprender a no rehuir de las expresiones de afectos, a no tener miedos a dar rienda suelta a ser quienes somos porque nunca sabemos como buen huésped cuándo puede llegar la propiedad de la casa, porque lo único cierto es la incertidumbre. Nunca sabemos con certeza total cuándo, dónde y cómo pero, sin embargo, nos empeñamos en todo lo contrario. Quiero seguir aprendiendo cada día de la vida, de su amor hacia mí devolviendo ese estar de paso sabiendo estar y sabiendo ser quien soy manfiestándolo. Por eso seguiré sonriendo, abrazando, besando, queriendo y admitiendo todo lo que me hace mejor en general, en sentimiento, pensamiento y acción. La vida nos enseña cuán infinita es la estupidez humana y si no aprendemos podremos estar repitiendo las lecciones una y otra vez. Por eso simplemente debiéramos repensarnos como seres humanos, volver a la esencia en lugar de la presencia superficial y hacer que seamos vida con la vida para que nos alcance la longevidad. Cuidarnos comienza por saber quiénes somos y hacia dónde caminamos en el aprendizaje de la vida donde debiéramos recordar que todo camino largo comienza con un paso corto. Cuando pase todo esto prometo seguir abrazando...

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