NO ME APLAUDAS





Desde que se inició esta crisis sanitaria y, por ende, humanitaria estoy asistiendo atónito al comportamiento ciudadano en general en una doble dirección o sentido. En la solidaridad, el compromiso, la generosidad, la disciplina, el buen hacer y estar. En el otro la sinrazón, la desvergüenza, la manipulación comunicativa mediante bulos, la hipocondría, la neurosis y algo más que no se me olvide: LA HIPOCRESÍA. Sí, has leído bien. Es la hipocresía una de las cuestiones que observo como fundamento de este pensamiento y voy a razonarlo.
En los tiempos de la estafa económica a partir de 2008 (que no crisis) se usó la tijera social para recortar en investigación, sanidad, educación, prestaciones sociales para salvar a la banca, al verdugo de dicha estafa que en España nos llevó a unos 64 mil millones de euros de los cuales recibiremos de vuelta algo menos del 6-7 por ciento si el Gobierno no lo impide y le aprieta, como debe ser, para que devuelva hasta el último céntimo. Entonces, a raíz de los recortes, comenzaron las movilizaciones mediante lo que se conoció como mareas sociales o sectoriales (blanca, para sanidad; verde, para educación; naranja, para los servicios sociales; amarilla, del sistema público de bibliotecas; azul, para la defensa del agua como bien común; violeta, contra los recortes en políticas de igualdad; roja, contra el desempleo y por los servicios públicos de empleo; negra, por el recorte a funcionarios públicos en general; marrón, en defensa del monte público y contra su especulación; granate, emigración forzada y, por tanto, contra el voto subrogado...) algunas más significativas que otras en su compromiso social, en la defensa del interés general que debe estar subordinado al particular o privado de unos pocos. Pero en esa lucha yo no te vi en momento alguno. No te vi en las asambleas de barrio, no te vi en las manifestaciones, no te vi cortando carreteras o repartiendo hojas informativas, no te vi hablando con el vecino sobre la necesidad de mantener una educación pública y gratuita de calidad, una sanidad universal para todas las personas con medios económicos y con investigación. No te vi defendiendo que nuestros jóvenes no tuviesen que migrar su talento hacia otros países, no te vi paralizando el desahucio de esa persona vulnerable a quien ni siquiera conocías. Solamente vi cómo luego el credo liberal, el del sagrado mercado y la competitividad (maldita sea ahora esa palabra que ya no se sostiene) ha ido marcando tus pasos para que les votes. Exacto, les votas a esa gente que defiende a los bancos, las grandes fortunas, la educación privada a costa de la pública, la sanidad privada a costa de la pública, a desmantelar los servicios sociales aunque luego tengas que recurrir a ellos. Solo sé que el resultado de toda aquella tormenta son los lodos que hoy tenemos ante esta pandemia y tú te pones a aplaudirme, a mí personal sanitario, a mí personal de seguridad cuando ni siquiera los vehículos tenían gasolina para arrancar. Pero todo se les ha olvidado hasta a quienes forman parte de esos colectivos porque siendo críticos con el estado de cosas también confiaron en su verdugo. 
No te vi antes movilizarte para aportar tu grano de arena pero hoy me aplaudes cuando mis compañeros y compañeras se están infectando, cuando las residencias de ancianos son una prisión de muerte. Te agradezco el ánimo de tu aplauso si es sincero pero demuéstrame que lo es a partir de ahora comprometiéndote socialmente, manteniendo la solidaridad día a día, no confiando en tus verdugos a la hora del voto creyendo que ese gesto de la papeleta es inocente y no influye o del que no tienes responsabilidad. Te agradezco el aplauso pero mucho más que defiendas al vulnerable, a la persona débil, a la sanidad pública con medios y universal para todo el mundo. El ser humano tiene un derecho universal a la salud, otro a la educación, otro a la dignidad. No quiero más aplausos tampoco de políticos que votaron los recortes, de ellos y ellas mucho menos aún. El ejercicio del cinismo también ha de tener sus límites pero veo que no.
Toca en estos momentos que reflexionemos todas las personas qué vamos a hacer con nuestras vidas, de nuestra relación con el Planeta, de nuestras relaciones humanas, de nuestro compromiso personal en ser mejores personas. Toca el apoyo mutuo, la empatía, la solidaridad, toca el despertar de la conciencia y toca dejar de aplaudir dejando paso a la reflexión, al silencio. 
No soy sanitario, ni profesor, no soy nadie a quien tengas que aplaudir aunque más tarde nos podamos abrazar. Soy esa persona anónima que pone letra porque otras están trabajando a destajo para que tú puedas aplaudir hoy porque es señal que no estás contagiada y puedas sonreír. Soy esa persona que recoge el pensamiento y lo expresa, lo canaliza para que emplees tu tiempo en repensar la vida, en visualizar el camino para después. Porque llegará el olvido ya que la memoria es frágil y volveremos a cometer los mismos estúpidos errores y entonces no me gustaría tenerte que preguntar que por qué me aplaudías hoy cuando vuelves a confiar en tus verdugos, cuando vuelves a encerrarte en tu casa desviando la mirada del dolor cotidiano, de la humanidad que atesoramos. Entonces no habrá aplausos. Así que hoy deja de aplaudir para dejar tiempo a la reflexión y el compromiso coherente haciéndote cargo de tu propia responsabilidad en tus actos y decisiones cotidianas dejando caer la careta de la hipocresía.

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