PATAS ARRIBA


Estamos en un momento histórico de esos que ponen las cosas patas arriba. Nada de lo hecho, pensado, sentido, puede valer ahora. Un microorganismo nos pone en jaque los valores sociales consagrados hasta ahora como pensamiento único. El mercado no puede regular la aparición o desaparición de esta forma de vida que ataca a humanos que mueren. El dios dinero junto al mercado se han tenido que postrar de rodillas pero aún así habrá gente que no aprenda, que siga en sus castillos. Estamos comprobando cómo la gente saca lo mejor y lo peor de sí mismas en situaciones como las que vivimos de pandemia. Todo está en cómo les late el corazón, qué sentimientos albergan. Quienes se dejan arrastrar por las limpias aguas de la solidaridad o quienes, al contrario, por las del odio. Quienes por las aguas de la humanidad o quienes por la abyección moral y ética.
Cada personaje público, o sea cuya actividad tiene proyección social como dirigentes políticos, sociales, periodistas o comunicadores en general, así como cada persona en sus redes sociales, se está retratando en estos días. Y mucho temo (ojalá me equivoque) que seguiremos cometiendo los mismos errores para no repensar la vida, para deconstruirla y volverla del revés, para reflexionar y modificar nuestros patrones culturales de conducta, para remar hacia una sociedad más humana con lo que ello implica de sacrificio del ego individual en pos del bien común, del interés sectario en favor nuevamente de lo común. Mucho me temo que seguiremos machacando nuestro medio natural, el medio ambiente, como si esta pandemia fuera ajena a él, como si no fuera una consecuencia de la situación de cambio que vive el Planeta, como si fuera una pesadilla de la que al despertarnos dijéramos menos mal que puedo seguir con mi vida de antes. ¿De qué vida quieres seguir disfrutando? ¿De la del consumismo salvaje? ¿De la depredación ambiental? ¿Del maltrato animal? ¿De la violencia bajo cualquier forma? ¿Del olvido de los refugiados que Europa margina? ¿De la insolidaridad y desprecio hacia el emigrante? ¿Del racismo o la xenofobia? ¿De la explotación sexual? ¿De la explotación laboral?¿La vida de los recortes en sanidad, educación, servicios sociales?
Mi pregunta te la repito, me la repito: ¿De qué vida estamos hablando cuando queremos volver a ella después de esta tormenta? ¿De esa vida de mierda donde no te quieres ni a ti? ¿De la que no eres capaz de compartir con tu pareja, hijos? ¿De la que no disfrutas porque te pegas trabajando 12 horas para pagar una hipoteca que te asfixia o un coche que no te lleva a ningún lado?
Creo que sería bueno, sanador en una palabra, poner en solfa todos nuestros valores, todo lo aprendido para desaprenderlo si queremos avanzar como comunidad evolucionada. Sería bueno aprovechar el tiempo para reflexionar y actuar en consecuencia dejando de lado aquello que nos hace daño. Falsas amistades, pareja rota, hijos sin compromiso, familia de postizo, consumo irresponsable, agresión ambiental, especulación en los alquileres por ejemplo... Vamos a ser humanos, armonizarnos más con nuestro interior y el ritmo de la vida, mandando a paseo todos los valores culturales mamados de hace miles de años y afianzados en el pensamiento neoliberal  moderno y en su dios mercado-capital-dinero. Sus defensores se han quedado sin credo, ahora puede que se conviertan en "ronin" del capitalismo porque sus creencias se han derrumbado por un puto virus. El Estado debe intervenir para salvar empresas dicen al igual que lo hicieron para los bancos que no van a devolver casi nada (espero que no, ahora menos) socializando pérdidas. Una crisis ha puesto al descubierto cuán frágil es la naturaleza humana, soberbia, engreída ella, ególatra y egocéntrica, que piensa que todo lo sabe, lo conoce y lo puede. No, el mercado no te va a regular la vida ahora. Ese credo ya no sirve, nunca sirvió en realidad. La pregunta es ¿y después qué?
Vamos a repensar colectivamente hacia dónde queremos remar en lo común siendo plenamente conscientes que se tendrán que quedar fuera del barco los que quieran hundirlo. Son esta gente a la que debemos dar de lado en las redes sociales u otros contactos si no quieren modificar su patrón de conducta pero, además, quieren impedir con odio, desdén o mentiras, la evolución solidaria de una sociedad. No vale el depositar el voto solamente. Ahí no está la ventaja sino en el pensamiento colectivo, en el compromiso individual para sí y lo colectivo. Ante estas actitudes solo cabe el vacío, la ignorancia porque esa es la mejor estrategia para callarles la boca. Hay que ir al fondo de la cuestión, decidir y actuar. No vale el paño caliente. Quien no quiera remar que se aparte del barco, o se le aparta. Quien quiera ver las cosas correctamente porque no le gusta lo que ve las ponemos patas arriba porque, de lo contrario, es la vida quien se encarga de ello. ¿Aprenderemos la lección?

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