LA JUSTICIA NO ES CIEGA, ES MIOPE


Creo que a estas alturas no estoy descubriendo nada nuevo bajo el Sol. La desafección hacia la justicia es cada día más patente porque sus actuaciones cada día más desconcertantes. Yo te apaño esto, yo te apaño lo otro, mira que si está tal juez o tal otro... Militancia política, intereses de clase, hasta ahí qué vamos a decir. Pero en el ejercicio del cargo las leyes se aplican según a quiénes de qué forma interpretativa, porque lo malo de la ley no es, a veces, su inaplicación sino su aplicación interesada, sectaria, partidaria, subjetiva y, por tanto, ideológica dejando a la misma legislación a la altura del betún.
No son pocos los casos de personal juzgador sospechosos de estar pringaos hasta las cejas. Sentencias patriarcales contra violaciones, acosos sexuales; sentencias laborales cercenando derechos más aún a los más vulnerables, instrucciones sospechosas de tener intereses espurios.
La magistratura o la judicatura, como prefieran, se mueve de color negro pero con guante blanco de seda en términos generales para el poder, para la gente de poder. Es lo que el común de los mortales percibimos menos ella, la justicia anquilosada en un lenguaje decimonónico, cavernícola que no entiende ni el abogado que defiende. Un lenguaje irrespetuoso con cualquier persona que no sabe lo que es otrosí o venia. Uno entra ahí y se encuentra a alguien con puñetas, rodeado de más puñetas y se dice joder esto es una puñetería. Y bien que lo es. Por cierto la puñeta es ese encaje ridículo que adorna las togas de magistrados, jueces, fiscales y secretaría judicial. Que te hacen la puñeta no es sinónimo de impartir justicia sino de poder joderte.
Podríamos preguntar a los presos catalanes del procés, a los chicos de Altsasu, a las mujeres abandonadas por la justicia en sus causas contra el machismo, contra la violencia machista con sentencias ridículas y autos infumables de esos jueces patriarcales que se valen, también, de informes sospechosos, poco veraces o manipulados. Podríamos preguntar a quienes se han pasado una temporada en la sombra siendo inocentes, a quienes no tienen medios pero que la justicia gratuita  no le da mucha garantía, a la cúpula del trueno judicial en manos de una horda de conservadores boicoteando cualquier democratización. Léase CGPJ cuya elección ha de modificarse por criterios de carrera, de mérito y capacidad y no de oportunismo y chachulleo político. Habría que preguntar a las mismas mujeres que están ninguneadas en esos órganos de gobierno por una presencia ridícula siendo el colectivo más numeroso en la carrera, o en altos tribunales.
Pero la última muy reciente es la instrucción de una jueza contra el Delegado de Gobierno de Madrid por permitir la manifestación del 8-M y sus posibles consecuencias en el desarrollo de la pandemia. Vamos a ver en qué termina todo esto porque huele que apesta. Una señora jueza asesora del ex-ministro de Justicia del PP Rafael Catalá, que no debiera ser importante pero tal como está el patio lo es, simplemente porque no parece muy proclive a dar por finalizada una instrucción viciada con informes falsos. Si corrige el rumbo lo hará bien pero creo que por el suyo, no por la verdad. Si no corrige pues esto terminará en manos de quien no debiera porque está todo contaminado. Lo que algunos medios apuntan es su afán de escalar socialmente, de adquirir protagonismo, de postularse en definitiva en peldaños de más prestigio. Esto no es ilícito en absoluto, la cuestión será ver si el modus operandi de la susodicha se ajusta a Derecho o a otros intereses, porque es desconcertante que no vea cómo un informe de copia y pega de la GC lo pone en su mesa además de manipulado en las declaraciones a testigos como se está demostrando documentalmente. Pero más allá, incluso, de este caso está la estructura del aparato judicial en su conjunto. Como tribu se sienten con el derecho a que nadie les sople pero a la par con el mismo derecho a soplarles a los demás y en los ojos para que escueza.
Que el sentido de la justicia está cada vez más degradado no es nuevo, que la ciudadanía la percibimos ahora como un poder de coerción hacia el ejecutivo, claro como el agua; que tiene visos de corrupción ética, inquieta hasta la médula. Pero la justicia, que sabe que no es ciega, mira para el lado que le conviene que casi siempre suele ser el derecho. La pérdida de confianza de quienes aportamos parte del coste de los salarios va en aumento, y se lo debieran mirar. Pero quien habita en una atalaya mira por encima del hombro, con desdén, en ocasiones tomándonos por idiotas al resto de los mortales. Renovar la justicia es hacerlo desde la base, desde los principios y momentos en los que se va acceder, de los órganos de gobierno, de la independencia real que es una falacia total en estos momentos. Por eso, también, es muy importante que el legislador (Congreso-Senado) emita siempre leyes nada ambiguas, que el lenguaje no invite a interpretaciones interesadas según qué posición de clase social o ideológica tenga su señoría de turno, que la interpretación se ajuste lo más posible a la literalidad y entonces habremos avanzado. Pero, ante todo, que la justicia recupere el equilibrio, y deje de ser un instrumento legalista para que prime la Justicia con mayúsculas. Aplicar la ley no es aplicar la Justicia cuyo papel es volvernos a todos iguales por un momento. Pero esto es otro cantar...

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