ERASE UNA VEZ UN PLANETA VIVO



Había una vez un planeta cuya superficie de tierra estaba rodeada de agua cuya extensión era el 71% de su masa total. Existían espacios naturales desde donde salía el sol hasta donde se ponía, hielo de norte a sur y de este a oeste, fauna abundante en montañas, valles, ríos, mares y océanos, flora submarina y terrestre. Podías deslizarte por las copas de los árboles sin poner pies en el suelo hasta llegar hasta tu destino, podías perderte en zonas boscosas sin apenas poder encontrar la salida, podías beber de manantiales sin miedo, compartías espacio con animales para domesticar o depredadores de los que cuidarte, cultivaba, pescaba y cazaba el ser humano lo que necesitaba. Las tribus se movían de un lugar a otro, las mujeres eran dueñas de su cuerpo y su persona. Era tiempo de matriarcado, de rendir culto a la madre Tierra. El ser humano vivía en lo simple y tenía abundancia pero en eso apareció la cultura de la dominación del patriarcado generando desigualdad, se fomentó la guerra, la codicia comenzó a presidir las relaciones sociales y se iniciaron las disputas por tierras estables. Los campos comenzaron a vallarse, lindarse, dando origen a un modelo de relación basado en la propiedad privada y la familia nuclear patriarcal. El sexo era poder que ejercía el macho de la tribu.
Los asentamientos dieron lugar a las ciudades, a las urbes incipientes, a los grupos de poder político-militar-religioso. El ser humano creaba instrumentos útiles para la agricultura pero, también, para la guerra porque ésta era un medio más de subsistir mediante la expansión y acumulación de poder. La libertad se sustituyó por el vasallaje y la esclavitud, la depredación comenzó a alcanzar a los entornos naturales de donde había que extraer madera y tierra. Se expulsaban a tribus enteras de sus lugares hacia otros, crecía las enemistades entre pueblos diversos y nacían las fronteras y los impuestos de paso para seguir sufragando a la élite dominante.
El ser humano no carecía de sabiduría ni de conocimiento pero comenzó a carecer de sensibilidad, de humanidad y esa falta de sensibilidad le llevó a sumirse en la ignorancia a través de la soberbia, la ira, la envidia, la codicia, la injusticia que llevó a naturalizar las desigualdades. Y conforme la humanidad crecía el planeta iba menguando. Sus recursos eran abundantes pero llegaron a escasear porque había sobrepoblación de la que solamente un 1% era tremendamente rica frente al resto que era medianamente pobre o extremadamente pobre. El agua pasó a ser un negocio, el fuego que dio paso a la luz como energía era un negocio. Todos los recursos que el Planeta albergaba para sus habitantes pasó a ser el negocio de poca gente sin escrúpulos. Era la gente que mataba moradores indígenas para apropiarse de sus tierras, de sus vidas. Los que extinguían bosques iguales a la superficie de un país pequeño. Era la gente que contaminaba sin cesar las aguas de océanos con sus vertidos químicos, con sus plásticos de productos vendidos sin control alguno para el consumo feroz. Era la gente que acababa con la vida marina y sobreexplotaba las granjas de animales criados en cautividad en lugar de su medio natural en el campo a costa de su maltrato continuado. Y mientras tanto el pueblo siguió en su ignorancia jaleando, aplaudiendo a sus verdugos. A quienes les quitaba el sustento, la vivienda para cobijarse, la tierra para labrarla o expandirse. El pueblo ignoraba que los recursos son perecederos pero seguía consumiendo y tirando a la basura manteniendo -de esta forma- el negocio de sus verdugos. Y un día los estudiosos, investigadores, comenzaron a alertar que el Planeta se estaba colapsando con la contaminación por residuos químicos, combustibles fósiles, materiales radiactivos, que la atmósfera se calentaba deprisa y los casquetes polares de efecto termorregulador se estaban derritiendo. Pero los señores del comercio y la guerra, siguieron ejerciendo de depredadores del Planeta y comenzaron a explorar posibilidades de acudir a otros planetas para su colonización. Y los gobiernos miraban para otro lado al servicio, como lacayos, de los poderes contaminantes, asesinos ambientales  a quienes no les importa sacrificar vidas humanas para hacer prevalecer sus privilegios o sus acuerdos comerciales. Y entonces asomó el pánico y la hipocresía política declarando estado de emergencia climática advirtiéndonos que esto muere. Puede que un emerger de una conciencia colectiva de las generaciones jóvenes hayan ayudado a cambiar la visión pero puede que sea a destiempo. 
Las lluvias cada vez más escasas e intensas dejando tras de sí desolación y, a veces, muerte y destrucción. Los movimientos sísmicos se dejan notar porque la tierra tiembla más debido a la actividad humana también. Los vientos soplan con mucha más fuerza y libertad puesto que no hay masa forestal que ejerza de cortaviento. Las oleadas de calor se hacen más visibles incluso en zonas impensables por su frío endémico como Siberia, con 5 grados por encima de la media habitual. Las abejas -portadoras de vida a través del polen- mengua a pasos acelerados. Y en esto aparece una situación de emergencia sanitaria a nivel global o llamada pandemia que nos hace atender lo urgente, lo inmediato. Pero la miseria humana de ciertos dirigentes sigue ahí cuando han intentado torpedear cualquier posibilidad de recuperación. La codicia, la insensibilidad, han mostrado su verdadero rostro. Y la ignorancia persiste sin que la humanidad haya cambiado a mejor. 
Aún sometida al traumatismo de la pandemia vigente no somos conscientes que la aparición del Covid-19 es una consecuencia directa de la agonía del Planeta, un síntoma claro y evidente que la extinción está más cerca. Un microorganismo ha puesto de rodillas a un planeta, a sus altivos gobernantes, a sus verdugos ricos, y contra el que ni siquiera sabemos cómo combatirlo ni cuál es su vía de contagio directo. Pero seguimos cometiendo los mismos errores, no aprendemos la lección de nada porque nos creemos autosuficientes. Ahora, los mismos verdugos, autorizan a construir en espacios aledaños a zonas protegidas para "incentivar" la economía de lujo, la de ese 1% que va a morir con un palo de golf en las manos. 
Un microorganismo llamado virus que muta, que se puede volver más agresivo, que su tiempo de incubación puede que se haya acelerado en muchos años y que existirán otras amenazas que irán acabando con la humanidad para dar paso a un reciclaje vital del Planeta por sí mismo, de forma autónoma. Y entonces no habrá nadie para contarlo ni establecer un relato que comenzara con érase una vez un planeta vivo...

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